Night Flyer

Ellen Covey creó en su día Bat para Zoologist, ganando de forma casi inmediata fama entre los aficionados y seguidores de la línea de perfumes dirigida por el señor Victor Wong. Tal fue así que el perfume de marras se hizo con un galardón en los premios Art and Olfaction de 2016, convirtiéndose en la segunda creación de Covey que optaba a uno de estos reconocimientos. La conocida perfumista rechazó una oferta de Zoologist para hacerse con los derechos de la fórmula, hasta que finalmente decidió fabricar un nuevo lote y relanzar el perfume bajo una nueva denominación ya bajo su propio sello, Olympic Orchids. Así nacía, o deberíamos en propiedad decir que renacía, esta creación con su nuevo y flamante nombre: Night Flyer.

Como todos ustedes sabrán, la fragancias de Zoologist tratan de captar el olor no sólo de la criatura que emulan sino también de su hábitat, del ecosistema donde medran. Atendiendo a esta premisa, en mi opinión, este Night Flyer, y por ende el Bat original, con la misma fórmula, estaría entre las composiciones más conseguidas de toda la colección, porque evoca de manera unívoca las anfractuosidades cavernosas, húmedas y oscuras, donde habitan los murciélagos. Tal cosa es posible gracias al ingenioso empleo de una molécula llamada geosmina, que reproduce de manera espectacular y fidedigna el olor de la tierra esponjosa y húmeda, aroma que un magistral y hábil acorde mineral acompaña para reproducir el característico y discernible olor de una gruta cavilosa y penumbrosa donde habitaran por cientos estas criaturas de la noche, pendiendo con su innata cualidad estatuaria del techo abovedado tachonado de afloramientos musgosos. Para tornar esta cosa en algo más placentero, sin obviar la verdadera esencia escénica, casi teatral de Night Flyer, Covey introduce notas dulces frutales, que suponemos son trazas de la alimentación de estos bichos, pues los murciélagos son mayoritariamente criaturas insectívoras o bien frugívoras, alimentándose de frutos carnosos (sólo tres especies de las más de mil registradas son hematófagas, es decir: que se alimentan de sangre). La labor de polinización que realizan estas criaturas es vital, demostrándose también como coadyuvantes en la dispersión de semillas. Algunos de los componentes naturales más importantes empleados en perfumería no existirían de no mediar estos roedores voladores. Así que tener una fragancia que les identifica es un canto a la vida, empero oscura y teñida de una injusta fama cuajada del funebrismo propio de los letraheridos epifánicos habituales. Algo también tendrá que ver en esa infamia que arrastran estos animales la obra literaria de Bram Stoker o Polidori, entre otros, que unieron el mito centroeuropeo del vampiro con el murciélago, ya imaginarán las razones.

Sea como fuere, estas criaturas, dotadas de un diseño evolutivo formidable, cuentan ahora con un perfume verdaderamente notable, complejo y bien compuesto, que reproduce su hábitat a la perfección. Es tan certero que todo aquel que lo ha podido probar inmediatamente identifica y discierne el clásico olor de la tierra mojada, del petricor, que aporta la geosmina. Con todo no es una fragancia fácil, está más cerca de ser una experiencia olfativa que un perfume propiamente dicho, pero me ha cautivado. Como aficionado a Dungeons & Dragons, podré emplearlo para que mis jugadores experimenten de primera mano cómo huele la mazmorra que exploran añadiendo una dimensión olfativa a la experiencia de juego. Y no es broma lo que les digo, pues ya lo he hecho…

Como les apuntaba antes, pueden encontrar este perfume en la línea de Olympic Orchids, en una presentación de 30 ml con un precio de 65 euros aproximadamente. Y, ya llegados hasta aquí, no he podido probar el nuevo Bat de Zoologist; le pondré remedio un día de estos, o no. Pero éste, el de la Covey, es el bueno, el original, el que mola.