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Opinión

Perfumes ideales para follar, 2ª parte

Seguimos con nuestro particular recopilatorio de fragancias eróticas y sicalípticas, o perfumes para follar, hablando en plata, que a estas alturas no es para andarse con eufemismos ni remilgos, concordarán conmigo. Además, una buena amiga me previno contra la cautela, y tiene toda la razón, como es habitual en ella.

En esta ocasión traigo para ilustrar esta entrada un magnífico cuadro de Hans Makart (28 mayo 1840 – 3 octubre 1884), influyente pintor austríaco también perteneciente al academicismo clásico (una de mis corrientes artísticas predilectas), representando a Charlotte Wolter como Mesalina, tercera esposa del emperador Claudio, célebre por su belleza exultante y desatado apetito sexual, si bien parte de su historia está entreverada de exageraciones, de seguro. Juvenal y Plinio el viejo dan cuenta de la supuesta ninfomanía de Valeria Mesalina, afirmando que su conscupiscencia era tan atrevida y procaz que la tenían por capaz de fornicar con doscientos hombres en una noche, según la célebre competición fornicadora que la enfrentó con la prostituta más celebérrima y por descontado atareada de Roma, una siciliana llamada Escila (como el legendario monstruo femenino citado por Homero, la hermosa ninfa trocada en voraz monstruo marino que engullía hombres de una gargantada). En cierto modo encontramos paralelismos con otra mujer singular y magnífica, y no por sus devaneos sexuales, sino por su capacidad de liderazgo y personalidad, como era la zarina de Rusia, Catalina. Ésta última no acabaría tan mal como la bígama Mesalina, en verdad, y a dios gracias. Tampoco sabremos a ciencia cierta la legendaria lujuria de ambas, la historia es una ramera mentirosa o, como apostillaría Jane Austen en su célebre frase: me maravillo a menudo de que la historia resulte tan pesada, porque gran parte de ella debe ser pura invención. Mesalina no tiene un perfume en esta selección, Catalina sí, como veremos más adelante. Y es una pena, porque su historia, imaginada o no, es muy sugerente, avasalladoramente trágica. Así que, si algún perfumista lee esta digresión mía, tal vez encuentre numen para crear una fragancia inspirada en la bella y azorada romana, y tenga a bien llamarla Mesalina. Nosotros nos quedamos, pues, entre Escila y Caribdis, para apuntalar una nueva lista de perfumes con olor venéreo.

Boudoir (Vivienne Westwood)

Es esta una fragancia ciertamente inclasificable. Y todavía no he logrado descubrir si está o no descatalogada. Boudoir es el olor de una madama entrada en años de carnes prietas y sonrosadas; su perfume eviterno y procaz. Una desatada explosión de aldehídos y acordes florales pulposos y decadentes, miccionales. La devandicha se pasea al anochecer, reordenando sus tropas para un postrer envión: ¡chicas… al salón! Y en el ambiente flota un miasma plomizo compuesto por los variados perfumes dulces y sonrosados de las meretrices, mixturados caóticamente. Copas por apurar, licor y deseo, vidas alicortadas y urgencias en las venas. Colillas flotando en el agua de los búcaros y un manto de noche para ocultar la miseria de las calles y de sus almas podridas.

También pienso que Boudoir podría ser el perfume de una femme fatale, de aquellas que tenía un revolver por pañuelo, pero su clavel, tan prominente, se me antoja demasiado vulgar. Con todo, maravillosamente decadente.

La Tsarine (Senyokô)

Ya trajimos esta adictiva fragancia a nuestro portal tiempo atrás, en esta reseña sin ir más lejos, pero es de justicia que obre en esta lista. La Tsarine es una creación deliciosamente sucia construida gracias a un hábil manejo de la nota de comino que recrea un nimbo persistente y notable de sudoración carnal erótica, un vivaz hálito de diaforesis si me apuran, inflamado por la suma de la civeta y el castóreo. Y tras la teatralidad lúbrica descubriremos un bonito fondo floral tenue y apagado, mortecino: vahídos apenas jabonosos. Es, sencillamente, muy especial, porque además hay algo de nardo por ahí, tímido, huidizo, pero sublime. Me encanta.

Nocturnal Poetry (Prin)

Como diría el poeta, lenta avanza la noche, con gran silencio, y la luna pálida en el dorado etéreo, su menguada faz oculta. Y sólo entonces los amantes se amarran en su dicha, solitarios, bañadas por la luz de estrellas mil años muertas sus redondeces y estribaciones, sus golfos y ensenadas carnales, quebradas de piel que recogen sudor y saliva. Y se hacen uno, en la medida del otro, recogiéndose en trozos menudos, embalsamados en sus caricias dulces y besos salados, pues la muerte es rauda y la vida urge. Poesía nocturna.

Qué maravilla, lector, qué maravilla. Una de las más intensas y sublimes civetas ahí fuera, un floral sucio que avasalla los sentidos. Jazmín indólico y feral, hiráceo anal, castóreo de miembro viril, y cosas oscuras, untosas, abigarradas, lubricadas, a pique de aparentar desordenadas, amontonadas en un caos metódico. Quizás sea de las más desafiantes aquí expuestas. De esas fragancias para usar con condón.

Dedicada esta escueta reseña al genio de mi amado Wadsworth Longfellow.

Musc Ravageur (Frederic Malle)

Musc Ravageur es un ámbar oriental almizclado de libro, ensamblado con pericia. Tras su aparición, todo intento de asemejarse a él devino en una suerte de tautología, lástima que las reiteradas reformulaciones hayan malogrado el que era, otrora, un animálico almizcleño sucio pero bien agestado, donde la muy prominente vainilla, butirosa y ventruda, equilibraba de algún modo el pedestre concurso de lo bestial (que tampoco lo era entonces en demasía, antes de perder su dramatismo y tornarse en abulia). Sigue siendo, con todo, imprescindible; para ese amante abundoso y entregado, falto de volubilidad y por ende confiable y amable.

Bal à Versailles (Jean Desprez)

La narrativa de este clásico es evidente: un baile versallesco, cortesano, canalla y libidinoso, donde la lubricidad del ambiente se apelmaza entre la prez de la aristocracia, creando un acorde numinoso, cuasi místico, de docenas de perfumes entremezclados que apenas enmascaran el olor acre de la sudoración y la falta de higiene, con el propio de las pelucas estilo Luis XIV empolvadas de almidón y aromatizadas con lavanda y antimonio para desinfectar (no pocos entre los celebrantes la emplean para ocultar las calvas de la alopecia sifilítica). Cera de velas y fanales de aceite de ballena por millones para iluminar el Salón de los Espejos; entremedias los fuelles que distribuyen rociones de agua de mil flores. Y el olor de la palabra al aire, de gargantas hediondas que hieden a pesar de los remedios empleados, como hacer gárgaras con infusiones de canela, clavo de olor, hinojo, menta, mejorana, poleo o tomillo. Bal à Versailles captura magníficamente este ambiente, el propio de la pompa de la corte del Rey Sol y sus fêtes, divertissements, plaisirs y réjouissances. Es uno de los más salvajes y clásicos florales almizclados, animálicos (civeta a gogó), ahí fuera. Una maravilla que nunca dejaré de recomendar.

Erotic (Franck Boclet)

No es Erotic mi favorito de esta casa, lo es Cocaïne, uno de mis perfumes de referencia, sino mi preferido, por razones muy personales, aunque no lo incluiré en esta lista. En realidad hay algo de Cocaïne en Erotic, pues ambos comparten un nardo aclamador, pero éste segundo resulta más complejo, sus acordes agolpados en una estampa casi nemorosa, de enramadas olorosas que se cruza y aprestan para lanzarse entre las piernas de nuestra amante. La salida es espectacular, sinfonía de hesperidios diluidos en un lecho floral algo caótico, un pelín deslavazado, luego se malogra un poco en el secado, donde la vainilla se convierte en reina, algo sucia por los atinos animálicos de civeta sintética y castóreo, almizcle y efluvios amaderados. A mí me encanta, y si bien en mi piel resulta algo desconcertante, por ser como uno es (el perfume no tiene culpa de ello), esto en una mujer me sacaría de quicio.

Vierges et Toreros (Etat Libre d’Orange)

Vierges et toreros es muy especial para mí, aunque ya no lo empleo tanto como antes, por razones que no vienen al caso. Es otra muestra de la habilidad de esta casa para componer constructos extraños, decadentemente chocantes. Aquí tenemos una de las presencias más preclaras de una nota algo obtusa como es la propia del costo verdadero​ (saussurea costus), que proporciona las vis urinaria animal a esta fragancia, bien acomodada entre los acordes de cuero que se contraponen al nardo e ylang de la parte virginal de la composición. Lástima que su potencia esté inacentuada y resulte débil por tanto. Un poco más de potencia y se habría convertido en una de mis fragancias firma. En fin, nada, o casi nada, es perfecto en este mundo atribulado y oscuro.

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  1. Laura

    ¡Bravo! Unas descripciones maravillosas. Me has creado la necesidad de probar Nocturnal Poetry.

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