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Perfumes de diseñador

Après l’Ondée

Nietzsche escribía su El Anticristo en septiembre de 1888, casi al tiempo que Jack el Destripador iniciaba su atroz carrera criminal en las sucias calles del East End londinense, aquel otoño de terror. Ambos hechos, tan dispares y separados por su misma naturaleza, son el aldabonazo de salida para el siglo XX, que terminaría abruptamente en las cámaras de gas y crematorios de Auschwitz, momento en el que se cimenta, también trágicamente y siempre a mi modo de ver, el siglo XXI. Entre los crímenes de Whitechapel y la barbarie nazi media la segunda etapa de la Revolución Industrial que trajo consigo la supremacía de la razón en detrimento del conocimiento clásico: Hobbes acaba con Aristóteles. Acontece entonces la industrialización de la muerte, desde los campos de batalla del Somme a Hiroshima. La égida de la modernidad de balas de chaqueta metálica, cuando las condiciones históricas materiales son heraldo de una emancipación abrupta de las tradiciones, la doctrina y todo credo heredado. En dicho tránsito convulso nace esta maravilla de Guerlain, como postrer latigazo del impulso dionisíaco que agonizaba en la tierra de nadie de la Gran Guerra. Après l’Ondée es la belleza clásica de lo atemporal, la mística exánime de un mundo moribundo, el estertor silbante de la emotividad en éxtasis desbordada. La rusticidad de una belleza ebúrnea, de una mántica apolínea decrépita pero inmensamente hermosa en su delirio de heliotropo, iris y violetas de un azul oscuro casi negro.

Les dejo uno de los más brillantes, deslumbrantes diría yo, fragmentos de la magna obra del filósofo, que glosa como nadie la decrepitud de un sistema de valores que se desmoronaba en una Europa a punto de estallar:

«Yo no sé qué hacer; yo soy todo eso que no sabe qué hacer, suspira el hombre moderno. De esa modernidad hemos estado enfermos, de paz ambigua, de compromiso cobarde, de toda la virtuosa suciedad propia de sí y el no modernos. Esa tolerancia y largeur de corazón que perdona todo porque comprende todo es siroco para nosotros. ¡Preferible vivir en medio del hielo que entre virtudes modernas y otros vientos del sur! Nosotros fuimos suficientemente valientes, no tuvimos indulgencia ni con nosotros ni con los demás; pero durante largo tiempo no supimos a dónde ir con nuestra valentía. Nuestro fatum era la plenitud, la tensión, la retención de las fuerzas. Estábamos sedientos de rayo y de acciones, permanecíamos lo más lejos posible de la felicidad de los débiles, de la resignación… Había en nuestros aires una tempestad, la naturaleza que nosotros somos se entenebrecía, pues no teníamos ningún camino.»

Friedrich Nietzsche

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  1. Laura

    Gracias Pedro, una reseña magnífica, como siempre. A mí, que me gusta fantasear con esto de los perfumes, me imagino Après l’Ondée como el aroma de las hijas del Zar Nicolás II, felices dando un paseo por los jardines de sus palacios, inocentes, ignorantes de lo que iba a acaecer, pero con un punto de tensión adolescente. Maravilloso.

  2. Amalia Andreu

    Realmente ardo en deseos de oler Apres l’Ondee y de leer más de ti Pedro ?

  3. Victoria

    El mundo de la perfumería evoca recuerdos ( el aroma es la memoria del corazón)

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