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Cuoium, o el brutalismo de Orto Parisi

En otras reseñas, ya comentaba un servidor las contradicciones de la persona tras los proyectos de Orto Parisi y Nasomatto, que no es otra que Alessandro Gualtieri, un personaje inclasificable, genial a su manera, a pesar de sus veleidades de postinero, algo calavera y presuntamente canalla y rebelde, aunque todo es impostado. Si bien reconozco que como director creativo es a veces sorprendente, sobre todo en la configuración de las imágenes que emplea para promocionar sus boutades. Lo de sus textos ya es harina de otro costal, atufando a la típica prepotencia intelectual, pretendida -de nuevo otra impostación de manual-. En realidad creo que lo que hace es reírse de todo quisque, porque ya me dirán ustedes cómo se coge si no esta chorrada de manual, extraída de su página de Orto Parisi:

This project I wanted to dedicate to him that partially has inspired me. First I thought of his biography, but while writing it I got bored, realizing I never read biographies myself.

The idea rooted from the fact that he, my grandfather Vincenzo, used buckets to collect both his needs that timely ended up fertilizing the garden. In his garden hovered an air of infinite.

So, hereby: To my grandfather Vincenzo Parisi and to those that seize the time in experiencing and diffusing the perfume of life.

The Nose,

Alessandro Gualtieri

Se lo traduzco a palabras que podamos entender. Este párrafo debía contener la biografía del abuelo de Alessandro, inspirador del follón este, pero se ve que la misma no es lo suficientemente extraordinaria y sugerente para tomarse la molestia, y a Dios gracias. Pero, en su lugar, nos declara ufano la intención tras su proyecto de Orto Parisi, que no es otra que rendir un homenaje al susodicho, que cagaba en un cubo, para luego usar sus heces como abono en el jardín, sobre cual, y cito literalmente, pendía un aire que olía a infinito… el perfume de la vida. Tal cual. Firmado: La Nariz, en mayúscula… ¿Se puede ser más…? Difícilmente. Esto es una broma, evidentemente, un chiste para carcajearse de tontos a las tres, porque nadie puede tomarse esto en serio, y menos a alguien que se auto define, pomposamente, como La Nariz, que manda narices, y nunca mejor dicho.

Yo creo que ni lo señores de Moellhausen, que es la casa que creo formula y fabrica sus perfumes, se lo toman en serio cuando éste aparece por sus oficinas, o sí, vaya usted a saber. Lo que sí es cierto es que, juntos, han levantado todo un monumento a la perfumería brutalista, pergeñando engendros moleculares insidiosos que, no obstante, conforman constructos de una idiosincrasia y coherencia ortodoxa, conformándose en un ejercicio de enfatización de la naturaleza expresiva de los compuestos sintéticos empleados en sus perfumes, si esto tiene algún sentido. Pero es que yo creo que, además, han logrado esto que les digo sin proponérselo, porque Alessandro está en sus cosas: con el cubo y las amapolas, o el culo y las témporas…

Sus perfumes son masa y materialidad. Asperezas de límites indefinibles. Acordes romos. Gaviones de sintéticos por cientos, apelmazados contra el acero y el hormigón. Pareciera que la estructura fragante de estos modernos prometeos quisiera comunicarse creando un ambiente construido que pudiera ser leído, decodificado, pero no. Todo está puesto ahí con afán de causar una impresión, en ningún caso para dialogar con el usuario: su pretendido expresionismo sólo resulta ser efectismo de una lasitud decadentista. Y es que Cuoium, de cuya literatura y narrativa prescindiré para no darles más tormento del necesario, no le va a la zaga a otras ocurrencias anteriores, pues básicamente es un batiburrillo brutal de moléculas espantagustos de madera y ámbar, más su pedestre acorde de cuero y las boñigas del abuelo (el toque animal de fondo). Esta cosa nos recuerda, además, a otros trampantojos olfativos empleados en otras eutrapelias de La Nariz. Al final todas sus fragancias se parecen, apestan a lo mismo: ese aire que huele a «infinito» y que pende sobre el dichoso jardín. El olor de la vida.

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  1. ALTAICA

    Nuevo repaso al pretencioso de Gualtieri. Efectivamente sus propuestas están lastradas de efectismo cargante y ausencia de refinamiento. Eso sí, muy del gusto de la nueva horda de opinantes a los que los tiene absolutamente subyugados. Hay quien lo considera el genio de la perfumería moderna. También hay quien dice, un amigo mío químico, que Gualtieri directamente no tiene ni los conocimientos ni la preparación técnica necesaria y eso se nota en todo su trabajo. Siempre es de agradecer la innovación y la experimentación, pero jamás el efectismo pueril. Un abrazo

  2. Carlos

    Ustedes digan lo que quieran pero Terroni, entre otros, es un perfumazo. Con abuelo o sin él.

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