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Nicho

Moth, de Zoologist, un perfume muerto

Moth es un perfume muerto, cadavérico, redivivo gracias a la dotes arcanas de un nigromante como Tomoo Inaba, un perfumista japonés de capacidades aún por desarrollar. No fue fácil mi adaptación a este engendro mefítico, pues desde su salida atropellada, ahíta de especias, mejunjes y emplastos propios del taller de un embalsamador egipcio del Serapeum de Saqqara, pasando por su corazón delator -exánime pero aún palpitante- de naturaleza muerta (flores resecas, coronas mortuorias y ofrendas a los finados), hasta llegar a sus notas de fondo, al confín de la huesa, el lecho de la sepultura abierta en la tierra húmeda, todo en ella es exequial, de una funebridad olfativa de occisos y despojos. Y, por si no resultara lo suficientemente funerario el perfume, triste y melancólico, su color es el de un gris ceniza, como los restos del incinerado: crematorio, túmulo, yacija, nicho, pudridero… ¿No resulta magnífico? ¡Sí, demonios, es un perfume amortajado!

Moth queda sepulto en una cripta fría y silenciosa, sus paredes revestidas de mármol Statuario de Carrara preñado de telas de araña que penden inflamadas por un leve hálito preternatural que las abomba como velas; y en ellas prendidas polillas grandes y abotargadas que agitan sus alas con desesperación. Sobre una carcasa ya siglos olvidada, en el interior de un catafalco descubierto de piedra lechosa entreverada de varices grisáceas, descansa una corona de flores muertas, agostadas y quebradizas, sus colores apagados y mortecinos, su olor extinto. La madera del féretro reseca y abierta, cubierta de una pátina de polvo milenario, que deja entrever el interior: amortajado y embalsamado, su piel oscura y marchita, ajada, sus ojos secos, sendos huecos profundos y oscuros, velados por un sudario amarillento otrora perfumado y cuajado de lamparones de resinas aromáticas y emplastos mortuorios, especias que han formado una suerte de tegumento oscuro y fragante de la textura de la brea. Y sobre todo ello, depositada con el amor del recuerdo, con mimo y cuidado, una guirnalda de flores frescas, sus pétalos cubiertos con goterones de rocío, y una carta manuscrita cautiva entre las espinas de las rosas y los hatillos de jazmín y lirios, perfumada con esencia de iris y heliotropo. Una letra «A» en su reverso como firma. Esto es Moth.

Como dije al principio, y resumiendo para aquellos que no precisan de adornos, este perfume es una maravilla gótica, el perfume de un vampiro, una fragancia floral sobrenatural, ejecutada con maestría y genio, tal vez fruto de una afortunada serendipia, qué se yo. Especias, flores mortecinas de una presencia empolvada fantasmal, y un lecho algo dulce, pelín meloso y amaderado (madera de ataúd). Sencillamente maravilloso, diría que lo mejor de Zoologist después de T-Rex. Un perfume muerto.

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