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Ambre Loup

Estamos ante otro de esos perfumes que, inopinadamente, alcanzan una condición cuasi mítica. Una suerte de Paráclito sobrevenido, que nos alcanza en docenas de reseñas cual el «intercesor consolator» latino, para legos, claro. Solo faltara que el nombre en la botella apareciera escrito en diacríticos masoréticos; siendo su llegada profetizada ya en la Septuaginta. Hosanna en el cielo.

Y es que resulta que reseñar una fragancia es asunto complicado, pero más lo es discernir la verdad en la misma. La reseña, la cosa, me refiero. Leer e interpretar es complicado, quizás sea de las cosas más complejas que pueda usted hacer hoy, y cada vez lo es en mayor medida. No nos damos cuenta, como decía un famoso escritor, que las palabras son en realidad piedras en el cauce de un río, que nos permiten cruzar la corriente, y marchar de lo que hemos leído o escuchado a lo que se nos cuenta. Muchos nos quedamos ensimismados, mirando los remolinos que se forman a nuestro alrededor, según la corriente golpea la roca sobre la que nos alzamos, todavía honrados por el fautor reseñador, aunque despreciados por la historia que pretende trasmitir, que nos aguarda en la otra orilla. Finalmente conseguimos arribar a nuestro destino, y podemos mirar atrás, a la ribera opuesta, y es entonces cuando contemplamos a los frustrados deductores que jamás llegan a entender la historia que salpica entre las rocas, que son palabras en un río de tinta o sonido. Y tampoco me extraña, pues hay muchas fragancias que no merecen ser contadas, y lo son. Riachuelos estrechos y mezquinos, que podemos saltar de un brinco, sin esfuerzo ni sacrificio. Ojo, no digo que la que nos ocupa caiga en esta categoría, simplemente me estaba refiriendo, aunque de una manera engolada admito, a la subjetividad propia de toda reseña, y la sinceridad que deberíamos tener como inequívoco baluarte y oriflama, y que a veces no encontramos. Muchas reseñas escritas, e incluyo las mías, son un mero adorno estilístico donde apenas hay verdad, o se esconde tímidamente en el florilegio y la palabra vana, un puro artificio poético bello pero huero, vacío. Otras muchas reseñas, en vídeo, especialmente, pecan de un ritmo diverso que imprime algo de improvisación y poco tino. Otras opiniones están entreveradas de intereses económicos y mercantiles, evidentes a veces, enmascarados en otras ocasiones. Y por último, la novedad o presencia de una fragancia, su popularidad, tal vez impelida por la casualidad, o la pujanza comercial, o una mera estrategia de marketing bien emplazada, empujan al personal a sumarse a la barahúnda mediática, creando una especia de necesidad de unirse a la causa, y añadir nuestra opinión, redundando en una sobreexposición. Algo así parece haber ocurrido con Ambre Loup, pues casi todos los reseñadores en YouTube de la cosa con cierto renombre le han dedicado un vídeo, y todos parecen coincidir en sus apreciaciones, muy superficiales, simétricas y miméticas. Hasta el gran Luca Turin le dedica un espacio en su guía de 2018, aunque Turin, verdadero conocedor y muy por encima de la gran mayoría de los insustanciales hacedores de vídeos, le otorga sólo dos de sus cinco estrellas, valoración con la que coincido.

Por cierto, Ambre Loup es una creación de Rania Jouaneh, que por lo que parece se trata de una perfumista parisina autodidacta. Desconozco si esto es así realmente, y es ella quien formula, componen y manufactura sus fragancias.

Yo no soy nadie, y no tengo intereses más allá de compartir lo que pienso sinceramente. Y confieso que adquirí esta fragancia espoleado por la cantidad y variedad de las reseñas disponibles, esa prodigalidad que ha provocado y que resulta, a todas luces, algo desproporcionada. O quizás sea del todo merecida su fama, eso ya es algo que recomiendo descubran por sí mismos.

Ambre Loup dicen es el culmen de las fragancias ambaradas, o uno de sus máximos exponentes, la epifanía final de una creadora inspirada que nos obsequia con una rara avis que merece ser reseñada doquiera uno mire. Para mí es una creación ampulosa, espesa, cargante, dulce almibarada, aceitosa, resinosa, donde el acorde ambarado es recreado con una cantidad inusitada de vainilla que resulta estomagante, sin olvidar el ládano, todo ello chorreado de bálsamo de Perú untoso, que se suma a la vainilla omnipresente, dado su aroma asemejado, acomplejando, cual quelante resinoso, a las maderas que se suponen abajo de este pringue meloso y que yo no noto nada, como tampoco noto las especias en la salida, el haberlas haylas, diríase, pero vaya usted a saber. Las composiciones anunciadas en notas por el fabricante son otro enigma envuelto en un acertijo y sepultado en un sudario de lino embreado con las resinas mortuorias empleadas para fabricar este ungüento olfativo que ya usara Imhotep para amortajar a su bella princesa Ankh-es-en-Amon. Eh, sí , ahí está el cedro de fondo, suponemos, ya empleado otrora por los maestros embalsamadores egipcios. Oud no empleaban los sacerdotes, afortunadamente, pues temía que Ammyt, molesto por el tufo a establo, devorara al cuerpo en tránsito a la otra vida durante el Juicio de Osiris en la Duat. Con oud no eres Justo de Voz y no se te permite entrar en el Aaru (esto último es una broma a cuenta del oud, no me hagan caso, y no descarten que esta fragancia no tenga oud en absoluto, o al menos no natural).

Ambre Loup huele a habitáculo de embalsamador en el Imperio Nuevo, a una Casa de la Vida frecuentada por el bueno de Sinuhé, cuando las técnicas de embalsamamiento alcanzaron su sofisticación culmen, empleando resinas y bálsamos, el natrón, aceite de cedro introducido en las cavidades limpias, las vísceras depositadas en los vasos canopes, ya la momia envuelta y perfumada, cadáveres exquisitos despojados del Ka y listos para sepultar en hipogeos oscuros y secos. Ib, Ka, Ba, Aj, Ren y Sheut.
Esto es. Ambre Loup es un abotargado acorde ambarado resinoso y balsámico, dulce hasta la nausea, ideal para perfumar a una momia, pues se acompleja a la perfección con las sustancias empleadas en el laborioso proceso de embalsamamiento, no en balde comparte algunos de sus elementos.

Vamos a dilucidar esos subjetivos términos de proyección, estela y duración. Para mí, la utilidad de estas componendas habituales en toda reseña es más bien baladí. No se corresponde, ni son fiables, dado el grado de subjetividad que precisan para expresarse. Posibles reformulaciones aparte (otro tema mítico cuyo componente igualmente subjetivo nunca ponderamos adecuadamente), esto nunca ha proyectado mucho, ni antes ni ahora. Por lo menos en mi experiencia. La proyección es mediocre (y menos mal, porque nadie se merece ser avasallado con un uso pródigo de este ungüento), la duración es considerable (diez horas oliendo a momia recién embalsamada). Y su uso limitado al interior del hipogeo, y con sus mejores amuletos dispuestos entre los pliegos del lino resinoso. En la oscuridad perpetua de la noche mortuoria en la Cámara de la Reina de la Gran Pirámide de Keops. Lleven la fragancia por la noche, espantarán a los niños y los mosquitos.

La clave de toda esta reseña, antes de que me señalen con el dedo, acusador, tildándome de hereje monoteísta como Akhenaton, es que una momia real recién preparada estaba muy lejos de oler mal. Así que Ambre Loup, bien, repito: ¡bien!. A su manera, claro. Y es que me encanta oler a momia. ¡Imhotep! De todos modos, resinas aparte estomagantes, esto huele a clavo embreado, resumiendo así, grosso modo.

A todo hombre o mujer que ose profanar la tumba de la reina. Su brazo será cortado como ladrón, su cuello será torcido como el de un pájaro, sus días se extinguirán, así como los de su progenie, su casa no persistirá en esta tierra, su historia borrada de los anales, su dios no aceptará su pan blanco, y sus campos quedarán yermos, su carne pertenecerá al fuego, su cadáver no será sepultado, y estaré contra él como un leviatán bajo las aguas, como una serpiente sobre la tierra y como un espectro en el más allá.

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  1. John Le Musc

    Por fin una crítica con la idoneidad perspicaz que requería esta cuasi legendaria -a esta altura-, creación de Rania. No era un lobo ambarado, como pretendió serlo, sino más bien un sempiterno momificado. Tuve una una sensación similar, aunque nunca tan conspicuo. Me evocó un compendio inclasificable de coníferas y balsámicas resinas, que pasaron por un proceso de lixivización de la materia. Yo que trabajé con desechos orgánicos, hummus y lombrices, lo sé muy bien. Los perfumes son de recuerdos. En piel su salida fue eso, un popurrí de secreciones abominables para nuestras narices occidentalizadas. El sacado mejora, sobretodo en piel femenina. Es una fracción más amigable y hasta reflexiva.

    Interesante un blog de perfume, historia y otro resto de sagacidad.

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