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Nicho

Under my skin, de Francesca Bianchi

Ay, esta fragancia me recuerda a una bailarina de burlesque que conocí hace unos años. Es más, trabajaba yo entonces en los Estados Unidos, bastante joven y soltero. Todos los días, tras la jornada de trabajo, un puñado de compañeros acudíamos a un local de striptease, nudy bar típico, para tomar unas cervezas y chupitos de Jack Daniels. A esa hora de la tarde había poca gente, y las chicas hacían su primer pase, recién arregladas y perfumadas. Pues bien, esta fragancia me rescata poderosos recuerdos de dicha época, de aquellos perfumes empalagosos y densos, dulces e intensos, baratos, mezclados con el ubicuo Robathol (un aceite para el cuerpo sin fragancia neutro que empleaban las strippers, como descubrí mucho tiempo después, para potenciar las fragancias, y no pregunten cómo supe del uso de este particular potingue).
En fin, batallitas aparte, debo decirles que tampoco es una fragancia para mí, es mucho mejor disfrutarla en el cuerpo de una mujer, porque posee una vis cuasi pornográfica dada su naturaleza cálida y aceitosa, sin mentar el concurso de la nostalgia de una época ya pasada, a título personal. La nostalgia es una bestia siempre cruel, y turba el seso, e inocula un prejuicio que sesga el juicio a posteriori, esa composición efímera de memorias desconectadas cuando no falseadas. Todo es casi de mentira en el pasado. Pero bueno, lo que yo recuerdo de aquellos días, si bien pervive por segundos en esta fragancia, no lo es en verdad. Aquellos olores, seguro que más baratos, no son mejores que este, pero esa perra trasmutada, la nostalgia, los torna insuperables en mis remembranzas.

Under my skin es básicamente un extracto de perfume denso y abigarrado construido en torno a un acorde balsámico ambarado ahíto de vainilla, muy natural, denso y aterciopelado, a veces estomagante. Sus notas de fondo, almizcladas y atropelladas, poseen el ADN de esta perfumista italiana autodidacta, cuyas fragancias, gusten o no, son siempre sinceras y honestas en su ejecución. Además, es una creadora que se antoja simpática y accesible, cosa que es mucho decir en un mundo repleto de personajes quijotescos adornados con egos del tamaño de un zeppelin.

Obra hermosa de la Bianchi, desde luego. Pero no para mí. Y tampoco creo que para un hombre, o yo qué diántre sé. Les recomiendo que la prueben antes de comprarla a ciegas.

Se darán cuenta que rara vez menciono la idoneidad de un perfume para una hora del día o estación. Las fragancias, per se, no entienden de estas componendas, ni de sexos, si me preguntan. Y si son de ése tipo de individuos que obtienen placer al compartimentar lo efímero, sus vidas, descubran todo ello por sí mismos.

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