Sex and the Sea es otra creación interesante de la Bianchi, que contiene su marchamo abigarrado ya reconocible, casi barroco, con esa coloración intensa, también connatural a la línea de esta perfumista, reivindicativa de un uso obvio de productos naturales poco alterados por moléculas artificiales (aunque éstas sean casi imprescindibles en la buena perfumería, toda vez que una fragancia bien configurada y equilibrada debe poseer una composición armónica de ambos mundos: natural y artificial).
Centrándonos en la fragancia, y para hacerlo simple, Sex and the Sea es un concierto oloroso denso profuso en vainilla y donde destaca por encima de todo un coco untoso y frutal sobre un fondo almizclado oscuro empero cremoso, agolpado, cuando no emboscado. Éste y no otro es el sello personal de las creaciones de Francesca, esa untuosidad oleaginosa de sus extractos, que se pega al aplicarse, como la arena se adhiere, molesta, a la crema solar en nuestra piel sudorosa y aceitunada. Nada hay marino aquí, y podíamos admitir el concurso de cierto sesgo sexual, presente en su nombre, por lo almizclado de sus notas más pesadas (me gustaría saber qué almizcle usa concretamente).
En fin, sobre una mujer, a ras de piel, para un encuentro íntimo, se me antoja una creación sustancial, de calidad, tal vez memorable, un perfume sincero, frutal, dulce: piña suave y coco, ámbar y vainilla, y poco más. Para disfrutar en pareja, en la piel de una persona a la que ames, de verdad. Debes crear un lazo sentimental, que es lo que quiero decir, para no ser demasiado hiriente, porque de otra manera, Sex and the Sea podría pasar desapercibida. En realidad, para recordar cualquier cosa y valorarla, precisamos establecer vínculos emocionales. Ya les dejo a ustedes hacer lo propio con este extracto.
