Bakkaris es un portal de reseñas, historia y noticias sobre el apasionante mundo de la perfumería.
Nicho

Eigth & Bob, una mentira muy rentable

Eight & Bob es una fragancia harto conocida en esta afición nuestra, en parte gracias a una muy inteligente campaña de marketing, como veremos más adelante. La marca está englobada en la empresa italiana Intertrade Group, a la que pertenecen otras firmas reconocibles como A Lab on Fire entre un buen puñado mas.

Decía yo que parte de la notoriedad de este perfume se debe a la historia que la empresa ha rescatado de una supuesta historia familiar que iniciara el propio creador de esta esencia, Albert Fouquet. Según este elaborado relato que podemos extraer de la propia página de la empresa, el tal Albert, hijo de un aristócrata parisino, bon vivant y aficionado a los perfumes, creó y perfeccionó en su castillo (cómo no, tan mítico como el del conde Drácula) varias esencias para su uso personal con la ayuda de Philippe, el mayordomo de la familia (si hay un mayordomo en la historia ésta adquiere empaque y sofisticación). Fouquet, asiduo a los ágapes de la alta sociedad sorprendía a todos con sus perfumes exquisitos, creciendo su leyenda. Sin embargo, Fouquet rechazó innúmeras propuestas para comercializar su icor celestial. Y en este momento de la historia es cuando metemos de rondón a Jack Kennedy (los amigos le llamaban Jack, y Fouquet, que se convertiría en gran amigo según esta patraña, lo llamaría también Jack, ¿no creen?). Pues, siguiendo la narración, hábilmente urdida por un departamento de marketing inusualmente imaginativo, una noche durante sus vacaciones de verano de 1937 en la Riviera francesa (Costa Azul), Albert conoció a un joven estudiante estadounidense de viaje por el país; y ya imaginarán de quién se trata. JFK quedó cautivado por la fragancia que vestía Albert. El encanto y la simpatía de John persuadieron a Albert para tomarse la molestia de dejarle al joven yankee una muestra de su colonia con una nota en el hotel a la mañana siguiente: En esta botella encontrará la pizca de glamour francés que le falta a su personalidad estadounidense. Dejando aparte el tufo evidentemente chauvinista, JFK, a pesar de su juventud en esa fecha, destilaría ya más glamour y prestancia que la que el tal Fouquet pudiera querer para sí viviera mil años. Cosa improbable, de todos modos, me refiero a la supuesta eternidad del sujeto porque tal encuentro no se produjo, y el tal Fouquet lo mismo no existió nunca.

Pero la patraña prosigue. Pues, al regreso de sus vacaciones, Albert recibiría una carta de John desde los EEUU agradeciéndole su amable gesto e informándole del gran éxito que su perfume estaba teniendo entre sus amigos. Pidió a Albert que le enviase 8 muestras, y si su producción lo permitía, otra para Bob, su hermano menor. Albert decidió enviar una caja con suficientes frascos y los etiquetó con la divertida petición de John: Eight & Bob. Además, construyó cajas con un papel de rayas que imitaba el estampado de la camisa que llevaba JFK la noche en que se conocieron (para este detalle, que da color a la historia y la enternece a su modo, los que pergeñaron este cuento de hadas escalaron un peldaño más en la desfachatez). Albert no daba crédito cuando al cabo de unos meses empezó a recibir cartas con pedidos de varios directores de Hollywood, productores y actores como Cary Grant y James Stewart (nunca jamás hubo noticia alguna de que estas estrellas de relumbrón usaran esta fragancia). Desafortunadamente, en la primavera de 1939, Albert murió en un accidente de tráfico. Philippe, su mayordomo, era la única persona que podía tramitar los pedidos, y sólo pudo continuar con este trabajo unos pocos meses más, ya que el inicio de la Segunda Guerra Mundial le forzó a dejar su trabajo. En los últimos envíos que realizó, Philippe escondió las botellas dentro de libros cuidadosamente cortados a mano para prevenir que los nazis encontraran los frascos. Décadas después, gracias a la familia de Philippe, la fórmula de Eight & Bob ha sido completamente recuperada junto con su refinado proceso de producción…

Bueno, tengo a mis lectores como personas inteligentes que piensan por sí mismas y son capaces de entender que todo este montaje publicitario es tan burdo como aparenta. Pero gracias a la labor de un departamento de marketing bien engrasado, sin asomo de vergüenza, que pareciera el Reichsministerium für Volksaufklärung und Propaganda (Ministerio del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda) al mando del mismísimo Joseph Goebbels, vemos este embuste repetido ad nauseam en medios, periódicos serios, bitácoras y el sursum corda. Me resulta cuando menos sorprendente. ¿Tan poca capacidad de raciocinio y lógica, de sentido común, poseen nuestros semejantes? ¿Es tan crédula la gente, incluyendo periodistas, para dar pábulo a esta maniobra comercial? ¿Qué dice la familia? Porque lo que sí sabemos es que el clan Kennedy (lo que queda de él) jamás se ha pronunciado sobre este asunto, evidentemente porque han de tener cosas de más enjundia entre manos.

Pues sí, como ven, parece que a todo el mundo le resulta indiferente el uso espurio de la memoria de una gran hombre como John Fitzgerald Kennedy aunque sea para algo tan inocente en su presentación, no así en su intención, existiendo un ánimo de lucro evidente. Y es que no queda ahí la cosa, pues para dar más lustre a esta mentira elaborada con pericia, la marca se inventa la existencia de un ingrediente exclusivo empleado en el perfume. Pues el fantasma de Fouquet (traten de encontrar cualquier referencia al personaje en Internet) viajó en 1934 a Chile invitado por el embajador italiano. Además de disfrutar del país aprovechó su viaje para buscar plantas aromáticas que pudieran mejorar sus fragancias, hétenos aquí. Volvió a París con varias muestras de «Andrea«, el nombre que dio Albert a la planta que extrajo y que es el alma de la fragancia Eight & Bob. Lo que él llamó Andrea es la quillaja saponaria, o quillay, también conocida como corteza de Panamá. ¿Usa realmente este ingrediente Eight & Bob? Seguramente no. Pues, si atendemos cuán de plausible y creíble es la historia anterior, podrán extraer sus propias conclusiones. Yo les puedo decir que el quillay tiene una amplía distribución en Chile y se explota en viveros desde hace mucho tiempo, en grandes cantidades, así que la supuesta escasez de esa «mítica» materia prima aparece, una vez más, como una chorrada emanciada del departamento de marketing del holding empresarial que sostiene esta marca. En fin, cosas veredes, Sancho.

Y bueno, llegados a este punto, qué puedo decirles de la fragancia. Pues la verdad es que es un EDP resultón (antes se fabricaba en EDT), al que tal vez no le hacía falta toda esta sarta de mentiras. Pero fíjate, que les ha resultado bien y todo, porque la credulidad de la gente no dejará nunca de sorprendernos, para mal. Da un poco de pena, la verdad sea dicha. Eight & Bob es una creación clásica, fresca, limpia, cítrica en su salida, para acabar en un sándalo suave bien compuesto recostado en un colchón de elegante vainilla. Sus prestaciones son aceptables, y su precio más elevado de lo necesario, algo que su inteligente y bello packaging, que forma parte de la narración inventada, no pueden justificar. No tendría reparos en recomendar este perfume si no fuera por la mentira tras esta creación, que se aprovecha de la memoria de un hombre al que admiro con fines miserables por lucrativos, una loa al capitalismo salvaje incapaz de respetar el recuerdo de una persona que ofreció su vida de forma tan trágica e injusta. En fin…

Por cierto, se le han atribuido a Kennedy otras fragancias, harto más plausibles que la citada. Por ejemplo: Vetiver de Creed, Caswell Massey Jockey Club Cologne, 4771 y America One de Krigler.

En fin, creo que nunca sabremos la verdad en todo este asunto, pero es indiferente, la historia y legado de JFK prevalecerá por encima de los tejemanejes comerciales de estos sátrapas, así como su estilo, personalidad y carisma, virtudes imperecederas, inmarcesibles, que adornaron a un personaje icónico donde los haya del infausto siglo XX.

Por cierto, y esto lo reseñamos como otra de esas mentiras que se propagan sin coto. Muchos son los que dicen que las gafas que vestía JFK era Ray Ban Wayfarer. Si bien es cierto que el presidente empleaba ocasionalmente las gafas de Bausch and Lomb (antes de su adquisición por Luxottica), las que se le pueden ver usar, incluyendo esta icónica foto de Sam Vestal tomada en Los Baños (California) en agosto de 1962 para la inauguración de la presa de San Luis, son las Saratoga de AO (American Optical), cuya fábrica estaba en Massachusetts, en Southbridge, y que el propio Kennedy visitó el 30 de septiembre de 1958, fotografiándose allí durante su mandato como senador del estado. Y esto sí que es un hecho contrastado; lo de Eight & Bob, simplemente, es mentira.

Join the discussion

  1. Jordi

    Ya cuando la escuché en YouTube no me creí mucho la historia, pero aún así compré una réplica del perfume por la mera curiosidad que me entró (que por cierto, no me gustó mucho).
    Luego leí la historia en su web, completamente exagerada, y abajo del todo avisan:
    «La historia de Eight & Bob se basa en una historia familiar transmitida verbalmente a lo largo del tiempo. Para su narración final se introdujeron hechos y personajes de ficción.»
    Claramente parece una farsa al completo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.