Hay perfumes que uno incorpora a su vida, más bien a su acervo más íntimo y personal, a su memoria más recóndita y preciada, de manera inopinada, inadvertida, no de forma premeditada, pues cuando andas usándolo, cuando lo eliges un día, una mañana o a la tarde, te ves envuelto en un episodio vital que resulta inolvidable, por motivos muy diversos, que bien pueden ser trágicos o maravillosos, o una mezcla alícuota de ambas cosas, que es lo normal en estas vidas atribuladas nuestras.
Algo así es lo que yo experimenté con este magnífico extracto de perfume de la casa Franck Boclet, Cocaïne. Podría decir que esta fragancia está cuajada de recuerdos inolvidables, de una parte de mi vida que nunca olvidaré y me acompañará por el resto de mis días. Y aunque todo recuerdo es melancólico, la memoria aparenta grande por lo que rememora, pero lo es aún más por lo que esconde, por lo que ocultamos en ese profundo rincón del alma, y que sólo nosotros conocemos.
Y es por todo ello que, para mí, es esta una fragancia verdaderamente sublime, por los recuerdos que conlleva, por su carga emocional. Pues es un nardo espectacular que se enseñorea con vehemencia de todas las demás notas, creando una bruma embriagadora alrededor que proyecta con una intensidad medida, en pulsos casi invasivos pero exquisitos. Es una fragancia adictiva, y dicho esto podríamos hacer con facilidad el juego de palabras que nos llevaría a asociarla con su nombre, Cocaïne, aunque resulte inadecuado, pues el mismo, en lo que a mí respecta, resulta indiferente. Totalmente unisex, sofisticada y compleja, presente en un extracto de perfume con una concentración inusitada (60-40%), su duración en mi piel es eviterna, proyectando con intensidad medida vaharadas del más hermoso, dulce, almibarado, untoso, cremoso y edulcorado nardo que jamás haya olido. Tuberosa avainillada, regada con caramelo tostado, con un punto leve y efímero, amargo, en su salida, que se acompleja al poco con el corazón floral y el fondo dulce. Increíble.
Es una fragancia que requiere complementarla con una vestimenta adecuada, y preferiblemente para emplear por la noche o al atardecer, da igual que época del año. Perfumes así dominan el tiempo, la memoria, y los recuerdos, para bien o para mal.
Ojo, no emplear sobre ropa de colores claros ya que mancha la misma pues, aunque el frasco es oscuro y no nos permite ver el color del perfume, éste es de una tonalidad rosada rojiza.
También me gustaría hacer notar que el nardo pasa por ser mi flor favorita en perfumería, y que es una de las notas más controvertidas, así que les recomiendo que prueben Cocaïne antes de lanzarse a adquirir una botella entera, pues su precio, en torno a los 180 o 190 euros, no es baladí. La casa Franck Boclet vende un «pack» de muestras a un precio bastante bueno, incluyendo otros perfumes que son de mi agrado y también recomendables y de los que posiblemente hablemos en otra ocasión, como Angie y Erotic.
Y recuerden que, en vida, es cuando debemos luchar por transformar nuestros deseos y sueños en recuerdos, alimentar nuestra memoria, pues el tiempo se nos escurre entre las manos. Y ¿qué recuerdo queda de los hombres al alcanzar su final? Pues apenas las horas de trabajo del marmolista en su lápida. Nada más.