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Ormonde Man, de Ormonde Jayne

Para mí Ormonde Man fue todo un descubrimiento, con un sesgo iniciático, pues me abrió la mente, me descubrió el complejo y ubérrimo mundo de la perfumería nicho de alta gama y, sobre todo, el trabajo de Geza Shoen, un perfumista de origen alemán con un estilo reconocible y personal, con su propia línea de composiciones moleculares simples, conocida como Escentric Molecules. Pero sobre todo, me maravilló la sinergia que subyace y se torna evidente entre la dirección creativa ejercida por la fundadora y responsable de la marca, Linda Pilkington, y el maestro componedor, el artista, encarnado por Shoen. Algo que trae a la palestra la capital importancia de la figura del director creativo o artístico (quedamos en que la perfumería es un arte compositivo y complejo), perfil obviado en otras casas, o literalmente en manos de incompetentes o individuos ayunos de talento. Es fundamental, en mi opinión, la labor de un director creativo, trabajando estrechamente, en tándem, con el perfumista y, como podrán imaginar, la buena relación y entendimiento entre estos dos perfiles debe priorizarse.

Les pondré un ejemplo que sirve para ilustrar esto que decía antes. Bien conocida es la casa Nasomatto u Orto Parisi, cuyo responsable y nariz no es otro que Alessandro Gualtieri. Siempre me han parecido soberbios sus diseños, especialmente la presentación de las líneas, envases, empaquetado, la narrativa visual y la expresividad del autor, su carácter heterogéneo y rompedor, sus imágenes llenas de fuerza, impresionantes cuando no impactantes. Imaginen que este genio, verdadero perfil de un director creativo, se viera acompañado por un buen maestro perfumista, el resultado sería del todo rompedor. Ayudaría sin duda a mejorar la composición de no pocos de sus perfumes, siendo algunos de ellos infames (Megamare, Terroni, Brutus o Duro), otros mediocres y unos pocos salvables, pero poco interesantes.

Y les pongo otro ejemplo que servirá a la inversa. Conocerán la línea de perfumes artesanales de Papillon, ¿verdad? El trabajo de su nariz, su perfumista, que es a la par fundadora y responsable de la firma, Liz Moores, es soberbio, y siendo casi una autodidacta, de puro talento, supera con creces a Gualtieri. Pero es verdad que no le vendría mal disponer de la figura de un director artístico, que canalizara todo su tremendo potencial y mejorara la presentación de sus líneas, algo pobres en general.

Volviendo al caso que nos ocupa, e incidiendo en este tema de la relevancia que yo personalmente otorgo al director creativo o artístico de una casa de perfumes (quizás el mejor de todos lo que están hoy aún en activo, no sea otro que el gran Serge Lutens), en Ormonde Jayne se da el caso de encontrar una conjunción cuasi perfecta entre una fabulosa directora, la señora Pilkington, y Shoen, un artista talentoso donde los haya. Juntos están creando una completa, exhaustiva si cabe, compendiosa y variada línea de perfumes, de una riqueza artística sublime, con una presentación lujosa y elegante, sencilla en su concepto, pero cargada de clase, entre las que destacamos dos obras maestras indiscutibles: Ormonde Woman y Ormonde Man.

Me centro en ésta última. Ormonde Man es una increíble composición, verde amaderada. Abre con un acorde vegetal esmeralda dominado por el enebro untoso, con remembranzas de pino, levemente cítrico. Y la madera, al poco, domina la composición, empujada por un muy leve toque de oud, destacando el precioso y deleitable sándalo, cremoso. Y el cedro, oh, qué maravilla. Es algo único, diferente, que irradia elegancia, individualidad. Un perfume en concentración de EDP que ejemplifica la figura de la masculinidad atemporal, alejándose de los estereotipos manidos en la perfumería actual, enchiquerada en la dulzura cargante de las moléculas artificiales, o los pobres intentos avant-garde, casi cyberpunk, de las narices posmodernas, cuyas abigarradas composiciones se atropellan en sus inanes intentos de aprehender un talento que les resulta elusivo.

Ormonde Man es la definición de fragancia firma. La elegancia y clase trasmutada en perfume. Una obra maestra, Luca Turin dixit. Y estoy de acuerdo.

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