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Nicho

Layton, de Parfums de Marly

Como podemos leer en su página, esta casa fue fundada en 2009 por Julien Sprecher (pueden ver una foto de este señor en su web en una pose absurda, como arrobado, muestra del comme il faut perfumero francés, donde los responsables de la cosa se alejan así del común de los mortales, reafirmando su supuesta elegancia preternatural, inalcanzable para la plebe), cuyo amor por los perfumes le fue transmitido por su progenitor. Parfums de Marly, por tanto, se declara como una marca de perfumería de alta gama, evocando un estado de ensueño (sic) con sus fragancias emblemáticas, remarcadas por un posicionamiento fuerte y conceptos bien definidos, llamativos y directos, influenciados, nos dicen, por la historia del palacio y los jardines de Versalles cerca de donde nació y se educó este muchacho, y su padre antes que él, imagino. Parfums de Marly expresa un estilo de vida refinado y contemporáneo, pero en línea con los códigos y la herencia de la corte real de Francia en el siglo XVIII (esto se me antoja un oxímoron de libro). Y terminan apostillando que cada una de sus esencias atesora su propia experiencia olfativa personal, que deja un rastro de elegancia francesa… Lo que les decía, el omnipresente comme il faut francés. Remarco que todo lo anterior es una traducción libre de lo que podemos leer en la página de esta empresa.

Atendiendo a esta perorata, que tiene su aquel utópico, en la línea narrativa de la posmodernidad creativa que nos atolondra, ahíta de tópicos de andar por casa en zapatillas y ayuna de verdadero talento, uno pensaría que podríamos encontrarnos en este Layton con una maravilla rompedora, de ensueño, que nos trasladara de un plumazo a la Galería de los Espejos versallesca, aunando la modernidad de este convulso siglo XXI con el estilo clásico cortesano de la Dinastía de los Capetos, ¡vamos!, como si Hyacinthe Rigaud realizara un cuadro del Bien Amando Luis XV con estilo cubista. Pues no. Layton es una creación rutinaria, inofensiva en su intrascendencia, inane en su capacidad trasgresora, en su esprit de rupture que le gustaría decir a Sprecher o al perfumista de la cosa, Hamid Merati-Kashani. Entiendo que construir una composición avanzada no era la intención aquí, pero tampoco pergeñar una obra tan poco original. A ver, debo admitir que es evidente la calidad de los materiales empleados, y el olor de Layton resulta agradable, siendo una fragancia muy versátil en su concepción, que podemos usar sin miedo en cualquier ocasión, pero no descolla en nada, ni tan siquiera en su desempeño, que es del todo normal. Básicamente encontramos una conjunción bastante trillada ya de lavanda afrutada y avainillada, linalol, y una salida cítrica queda de bergamota y cardamomo. Sándalo por abajo y alguna molécula aquí y acullá, más fijadores, para potenciar la cosa. Y ya está. Es muy agradable, no digo que no, gustará a todo el mundo cerca de usted, resulta elegante y atemporal, dulce y acogedora, pero rutinaria y poco original. Para mí es totalmente unisex, y una mujer podría vestirla sin problema y resultaría muy atractiva. Además su precio es bastante elevado, unos 160 euros para 75 ml en la página oficial.

En fin, poco más que añadir. Sé que existe una versión exclusif de Layton, incluyendo notas de oud, musgo y un acorde amabarado que supuestamente «oscurecen» la composición. En fin, no sabría decirles porque aún no he podido probar este Layton Exclusif, pero ya les contaré si algún día puedo hacerlo y hago acopio del interés necesario para ello…

Si me permiten un consejo, yo apostaría por Pegasus, de esta misma casa, es la mejor fragancia en sus líneas (de las que he probado hasta la fecha, al menos), con diferencia, a mi modesto entender. Otro día hablamos de ella, si les parece.

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