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Hammam Bouquet, de Penhaligon’s

Un blog sobre perfumería que se precie no puede ignorar una de las más antiguas fragancias en la historia conocida, emanada de una casa mítica de renombre, como sin duda es Penhaligon’s, fundada por William Henry Penhaligon. Natural de Cornualles, barbero de profesión, se asentaría en Londres en 1869 tras dejar su Penzance natal para iniciar en la Metrópolis una nueva vida, trabajando como barbero en los baños turcos (hammam) de Jermyn Street. En 1872, William lanzó su primera fragancia, Hammam Bouquet, y en 1874 se hizo cargo del funcionamiento del salón de baños y lo amplió para ofrecer artículos de perfumería y relacionados. En 1880, junto a su socio y capataz, fundaría Penhaligon’s & Jeavons, inaugurando un local, muy próximo a los baños, también en Jermyn Street. Al poco, su reputación lo llevaría a convertirse en barbero de la corte y perfumista de la reina Victoria. Aunque no sería hasta 1903, un año después de la muerte de William, que recibieran la primera Royal Warrant de la reina consorte Alexandra, esposa de Eduardo VII. En 1956, el Duque de Edimburgo otorgaría su Royal Warrant a la empresa, y ya en 1988 el propio Príncipe de Gales, Carlos, haría lo propio.

Baños turcos (hammam) en Jermyn Street. Créditos de las ilustraciones: Wellcome Library, London.

Como ven, la trayectoria de esta casa data de siglos atrás, convertida ya en toda un referencia inmarcesible en el mundo de la perfumería. Desde otrora hasta hoy, como podrán imaginar, la empresa ha atravesado no pocas vicisitudes. Sin ir más lejos, el viejo edificio que albergaba la tienda original resultó destruido durante un bombardeo de la Luftwaffe durante el Blitz (la brutal campaña de bombardeo sostenida por la aviación alemana de 1940 a 1941 durante la Segunda Guerra Mundial). Años después, en 1975, la agonizante marca sería reflotada por Sheila Pickles, abriendo un nuevo establecimiento en Covent Garden, gracias a la ayuda financiera del director de cine italiano Franco Zeffirelli (Pickles era su asistente personal). Pickles recuperaría las fórmulas creadas por William Penhaligon, diseñando a su vez toda una nueva línea de creaciones modernas, a la vez que iniciaba una exitosa carrera como escritora, pergeñando obras como The Language of Flowers, que se convertiría en un bestseller internacional con más de dos millones de copias vendidas.

Más adelante, la marca sería adquirida por el conglomerado estadounidense Fox Paine a través de su filial Cradle Holdings Inc, la cual también poseía entonces la igualmente reconocida casa de L’Artisan Parfumeur. Y no quedan aquí las andanzas de la marca, pues ya en 2015, tanto Penhaligon’s como L’Artisan, serían adquiridas por el grupo español Puig, y así hasta ahora.

Pero volvamos a lo que nos ocupa aquí, tras ofrecer este pequeña introducción histórica a la marca. Sin duda, junto a Blenheim Bouquet, Hammam pasa por se la esencia emblemática de la firma, su primera creación y, creo yo, que la más importante. Desde su nacimiento, se ha mantenido en producción, con altibajos, reformulaciones y otras derivadas connaturales al paso del tiempo y las variaciones en la gestión empresarial y financiera del grupo. La botella (diseño clásico de la marca, desde antaño) que tenemos en nuestro poder pertenece a la época bajo el control de los estadounidenses, cuando las fragancias de Penhaligon’s se creaban en su fábrica de Hampshire (imagino que ya, bajo la propiedad de Puig, los perfumes se seguirán creando en Gran Bretaña, pero no puedo confirmar esto).

Hammam (eau de toilette en su concentración, con un precio de unos 120 euros) es una fragancia clásica donde las haya, atemporal, y cuando conjugamos estos adjetivos estamos hablando de la nota por excelencia: la lavanda. Y en Hammam Bouquet nos encontramos con una bella lavanda en su salida, otoñal y decadente, que, junto al iris, dan paso a una rosa aquietada y tímida, victoriana, subsumida en el fondo ambarado y almizclado, potente y casi afrodisíaco, muy animal. Uno siente escalofríos al imaginar cómo olería esta maravilla en sus orígenes, y curiosidad para entender y conocer cómo la formula cambiaría a lo largo de los años para llegar hoy hasta nosotros. Cuán diferente sería entonces, en su naturaleza seminal, y ahora, germinada tras sufrir los embates del paso del tiempo y la naturaleza cambiante de las circunstancias. Nunca lo sabremos.

Hammam es el Shalimar victoriano, años antes, como heraldo de lo que vendría. Es Julio Verne en Trafalgar Square. Una fragancia icónica que merece la pena reseñar, conocer y apreciar. Aunque, si les soy sincero, no sé cómo huele hoy en manos de los señores de Puig. Y no me atrevo a investigar, no vaya a ser que lo que descubra no termine de gustarme. Para mí Hammam es un momento de mi existencia muy especial, íntimo y secreto. Y así se quedará. Instantes, retazos de mi vida, que no podré olvidar mientras viva. Poco más tengo que añadir.

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