De un tiempo a esta parte me he hecho con un buen montón de muestras de algunas de las casas que más interés me suscitan. Algo fundamental en esta afición, toda vez que lo más inteligente siempre es probar por uno mismo aquellas creaciones que hayan conseguido captar nuestra atención. También es recomendable recabar información, leer reseñas o ver vídeos, pero siempre manteniendo una sana distancia, algo de recelo y prudencia, pues muchos reseñadores muestran un evidente sesgo tendencioso propiciado por intereses comerciales espurios no declarados, cuando no una obvia ignorancia o un voluntarismo cándido ayuno de espíritu crítico.
Bueno, sea como fuere, estos días estoy probando un buen montón de fragancias de Etat Libre d’Orange y aquí va mi primera impresión, escueta y sucinta, sobre la última aparecida de todas ellas: Exit the king.
Yendo al meollo de la cuestión sin rodeos, estamos pues ante un perfume correcto, funcional y sencillo. Se aprecia su buen desarrollo artístico (quedamos que la perfumería es un arte compositivo) y técnico (los perfumistas tras Exit the king son Cecile Matton y Ralf Schwieger), y el concurso de un director creativo competente (narrativa habitual de esta casa y su marketing, más o menos afortunada o desafortunada). Es una fragancia con un evidente toque jabonoso: es limpia y aseada. En su salida se antoja algo acre y seca, resabio propio de un jabón artesano de buena calidad o un gel de ducha genérico, con dejes grasos y aldehídicos, muy agradable. No me refiero a una grasa industrial, sino los propios lípidos del proceso natural de la saponificación, con un toque herbal amaderado (sándalo sintético y Orcanox, una molécula idéntica o muy parecida al Ambroxan tan en boga) en el secado muy sutil y clásico de los chipres de antaño, aunque capitidisminuido a sabiendas. Exit the King es una suerte de chipre emasculado para postmodernos y millennials veganos, si me permiten el chascarrillo. Pero me gusta, me agrada, aunque no me conmueve. Nada hay aquí nuevo o rompedor, como no lo hay en el postmodernismo líquido de Zygmut Bauman, o sí, dícese de lo transparente del instante y lo virtual, lo aparente y lo inmanente. Es una añagaza, pero bien construida.
No compraría una botella.
Me pregunto, atendiendo al nombre y la narrativa tras este perfume, si bebe de la obra de Ionesco de título homónimo, siendo el rey un trasunto de Berenger y nosotros, los clientes, un remedo interpuesto del pueblo que ya no escucha las órdenes del monarca, como la Juliette de Ionesco en la obra de teatro. Nosotros somos Juliette.
La foto empleada es propia de la casa Etat, de su campaña de promoción. La muestra es original adquirida a esta empresa.