En estos tiempos que corren, donde todos se aprestan a una constante e incansable carrera por destacar, produciendo en cadena un producto tras otro con el único propósito de ocluir a la competencia en los estantes comerciales, llama la atención la calmosa artesanía de un puñado de casas nicho empeñadas en crear en lugar de producir, en soñar en puesto de maquinar, en aguardar en lugar de apresurarse, en definitiva, en pergeñar de manera artística asistidos con meras herramientas tan simples pero a la par elusivas como el talento inmanente y la natural pericia. Es el caso de Papillon Artisan Perfumes, y la persona entre bambalinas, con un genio creativo ingénito más que evidente, Liz Moores. Desde 2011, cuando fundara este taller de perfumería artesanal, esta casa apenas ha producido seis perfumes, lo que da cuenta de su compromiso con la calidad, de su paciencia y buen hacer, porque imagino que todos ustedes son conscientes de que el desarrollo de una excelente fragancia puede conllevar años. No hay autor más afinado y certero que el tiempo, puesto que siempre es capaz de encontrar un epílogo perfecto. Una composición extraordinaria precisa pues de sus capítulos, precedidos por un prólogo (momento en el que el director creativo bosqueja una idea, una suerte de proemio magistral); un desarrollo (donde el artesano esculpe su obra, encuentra lo que quiere expresar y desecha lo superfluo); y un epílogo, cuando el objeto se substancia, redivivo, cual moderno Prometeo, su vida insuflada artificialmente por el despejo y el genio. Atropellar el tiempo en un proceso creativo desemboca en la simple peroración, en un discurso carente de ilación, que nace muerto, que resulta prescindible, ayuno de talento.
Anubis es un perfume sencillamente magistral, un brillante ejercicio de paciencia y perseverancia que reditúa frutos ubérrimos, preciosos y, sobre todo, evocadores. Decía Franz Liszt que las diferentes formas que puede adquirir la expresión artística brotan de muy diversas fascinaciones, destinadas de manera fundacional a evocar sentimientos y pasiones, y tornarlos sensibles, tangibles en cierto modo, para comunicar así las grandes emociones, pues el genio se manifiesta por la invención de lo nuevo. Donde no había, ahora hay. Y esto mismo podríamos arrogarlo a la creación de esta casa, dirigida por Moores, si atendemos a la narrativa que nos introduce desde su propia página, y que cito literalmente:
Muchas de mis creaciones de perfumes están muy influenciadas por períodos de la historia, conceptos románticos y literarios, naturaleza, personas y obras de arte. Al igual que una pintura o una pieza de poesía, son los fragmentos que se extraen de estas musas los que se combinan y hacen algo completamente nuevo.
Exactamente: crear algo nuevo de la evocación de lo pretérito. De lo antaño hogaño. Inseminar lo marchito, lo olvidado, con lo esencial y atemporal. Todo arte lo es, también la perfumería, y si así no lo cree usted, tal vez no debería leer estas líneas. Aparte de esto, luego Moores se desliza por otro terreno un tanto resbaladizo, cuando dice:
Al crear un perfume, pienso en colores, texturas y lugares. Imagino a las personas que pueden usar la fragancia y espero que el perfume les ayude a evocar sus propias alusiones únicas y personales.
Es esto un bonito canto al sol, un sortilegio de pulsión artística, de altivez, que se entromete en las propias y personales pretensiones del objeto contingente de sus creaciones, usted y yo, tan imprevisibles como ignotos. Yo le agradezco haga ese esfuerzo totalmente fútil, pero ella jamás podrá adivinar cuáles son ésas alusiones únicas y personales que pretende alcanzar. Ni falta que hace, pues ningún gran artista ve las cosas como son en realidad; si lo hiciera, dejaría de ser artista.
En fin, dicho esto, que sabrán ya a estas alturas que me gusta explorar las veleidades narrativas que podemos encontrar en el discurso de las diferentes empresas, volvemos al meollo del asunto, el perfume de marras. Anubis es una bien orquestada composición oriental donde destaca, en mi nariz, fundamentalmente un jazmín egipcio muy prominente, embalsamado en un acorde resinoso majestuoso incensado, ahumado, con efluvios acuerpados de especias, principalmente azafrán. Notable también las notas de cuero envejecido y engrasado. Y ya está, porque no hace falta más para recrear un amalgama de texturas brillantemente asonatadas, bien mezcladas, con mimo y cariño.
Vamos con los apuntes de la creadora, Liz Moores, que le sirvieron de inspiración para crear Anubis. Es interesante, y nos puede permitir introducir una cuña que nos permitirá aprender cosas nuevas. Dice la perfumista literalmente, y copio traducido de su página:
Anubis comenzó su vida como un aroma característico para mí. Siempre me han atraído los aromas oscuros y correosos y la metamorfosis de Anubis desde el boceto personal hasta el producto final ha sido considerable. No tenía nombre hasta que se completó y fue entonces cuando me di cuenta de que mi obsesión por el antiguo Egipto se había manifestado inconscientemente. Los materiales iniciales utilizados, sinónimo de momificación, ahora se han endulzado en una fragancia oscura pero deliciosa. Después de muchas reencarnaciones, nació Anubis
En realidad, prácticamente ninguno de los materiales declarados en este perfume se usaron en los rituales de momificación egipcios. Ya Heródoto nos decía que, tras eviscerar al difunto y retirar sus órganos, dispuestos en vasos canopes, el interior del finado se lavaba con vino de palma, recubriendo luego el mismo de finísima mirra, casia y una variedad de aromas, de los cuales exceptuaban el incienso. Si bien el relato de Heródoto no era del todo errado, posteriormente se ha demostrado que distaba mucho de la realidad. De hecho, la fórmula habitual constaba de los siguientes ingredientes, fundamentalmente un bálsamo de junco (scirpus holoschoenus), aceite vegetal (probablemente sésamo), goma vegetal (acacia, tal vez aceite de cedro) y resina de pino, más el imprescindible natrón (sal divina, proveniente de las canteras de Uadi el Natru, de ahí su nombre). De hecho, el «baño» en esta solución de carbonato sódico durante muchas jornadas desecaba el cadáver y detenía el proceso de descomposición. Como vemos, prácticamente no hemos usado ninguno de los ingredientes que componen Anubis. De hecho, en el olor de una momia recién adobada destacaría el miasma terroso y salino del natrón y los aceites vegetales por encima de cualquier otro. Pero bueno, esto es sólo un apunte histórico interesante que me he permitido introducir en esta reseña, sin mayor importancia y que no supone demérito alguno para con el perfume que nos ocupa.

Dicho esto, también me gustaría destacar el importante papel que juega el jazmín en esta composición, tratándose de jazmín egipcio, que pasa por ser hoy día uno de los mejores del mundo. Tenemos pruebas documentales del uso de esta planta en los jardines ornamentales del antiguo Egipto, junto con otras flores y plantas igualmente comunes en la época, como el loto blanco o azul (otro ingrediente de Anubis, aunque yo apenas lo percibo), la rosa, papiros, crisantemos y anémonas. También eran habituales el tamarisco de flores rosáceas, la acacia y el sauce, así como el sicomoro. La persea se consideraba sagrada, y se encontraba tanto en los jardines de los templos como en los residenciales. El granado se introdujo durante el Imperio Nuevo, y era muy apreciado por su aroma y color. Otros frutos que se plantaban en los jardines eran la azufaifa, la aceituna, el melocotonero y la palmera datilera.
Decía antes que el jazmín egipcio goza de bien merecida fama. De hecho, Egipto e India, con producciones similares en cantidad, generan cerca del 95% del volumen mundial de extracto de jazmín para perfumes, según la Federación Internacional del Comercio de Aceites Esenciales y Aromas (IFEAT). La mayor parte del cultivo de esta planta se lleva a cabo en la provincia de Gharbiya, donde se producen casi cinco toneladas de extracto anualmente. Pero al contrario de lo que pudiera parecer, el cultivo y aprovechamiento del jazmín para perfumes no es una práctica tan antigua en Egipto. De hecho data de los años 60, cuando Ahmed Fakhri iniciara su explotación a gran escala tras haber estudiado en Grasse (cómo no).
En fin, una maravilla este Anubis. Muy recomendable, a pesar de su precio, algo elevado (150 euros para sólo 50 ml). Nada es perfecto.