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Black Phantom, By Kilian

Black Phantom es otra de esas recurrentes fragancias que, inopinadamente, han ganado cierta notoriedad, pudiéndonos encontrar cientos de reseñas, vídeos y demás en la Red, para regocijo de los responsables de la marca, hoy bajo propiedad de Estée Lauder.

Fundada en 2007 por Kilian Hennessy (nieto del presidente de una de las empresas matrices más importantes del grupo LVMH), la empresa factura aproximadamente unos veinticinco millones de euros anuales. Como decía, el poderoso grupo Lauder adquirió la marca por una suma no revelada, pero que se estima ronda los cien millones de dólares. Sólo un año antes, la corporación yankee había adquirido Frédéric Malle (y también Le Labo). En ambas empresas, sus fundadores continúan ejerciendo labores de gestión (me refiero a Malle y By Kilian, en la figura del propio Kilian y el señor Frédéric Malle), de seguro fiscalizados por los contables de Lauder, perdiendo, presumo, cierto grado de independencia al supeditarse al control de la empresa matriz. Me sorprende también que fueran los norteamericanos quienes se llevaran el gato al agua y no el poderoso grupo francés LVMH, teniendo en cuenta la relación de parentesco del propio Kilian con el conglomerado. No en balde es nieto de Kilian Hennessy, hijo de Jean Hennessy y Marguerite de Mun, por tanto descendiente directo de la quinta generación de la familia del fundador de la marca en 1765, Richard Hennessy. Kilian se convertiría en el responsable de Hennessy durante la década de 1970, dirigiendo la fusión en 1971 con la compañía de champán Moët et Chandon. Esta operación dio lugar a la creación de Moët Hennessy, que a su vez se convirtió en parte del nuevo LVMH en 1987, convirtiéndose en Louis Vuitton • Moët-Hennessy. Kilian Hennessy siguió siendo miembro del consejo asesor del grupo de lujo hasta su muerte en 2010.

Dicho esto, seguimos. Les puedo asegurar que, si el grupo Lauder puso su ojo sobre By Kilian, es que éstos estaban haciendo las cosas bien. Tenemos, probablemente, un claro ejemplo de desarrollo empresarial cuyo objetivo último era precisamente vender la empresa llegado el momento oportuno obteniendo una buena rentabilidad. El caso de Kilian reúne todos los requisitos: un producto cuidado, elección de un nicho empresarial adecuado (una empresa enfocada a una actividad compartimentada generalmente tiende a ser más atractiva para un comprador), hábil campaña de comunicación y marketing, crecimiento sostenido mediante una concentración y fidelización de clientes, estrategia clásica de producto premium y una dirección empresarial ejecutiva competente. Es decir, lo que tenemos aquí es una empresa que maximiza la rentabilidad, con un fin específico que entiendo planificado con cuidado experto, que ofrece un producto de lujo (estrategia de libro premium, como ya hemos apuntado) conteniendo los gastos en lo posible. De ahí que las fragancias de esta casa no destaquen precisamente por sus prestaciones, y no descollen por tanto en este aspecto. De todos modos, gran parte de los costes de producción de un perfume se dedican al empaquetado, distribución y marketing, y es precisamente en este apartado donde los responsables de Kilian decidieron diferenciarse. Es obvia la calidad de la presentación de los productos de la casa, con un packaging muy notable por su diseño, cuidado y los materiales empleados. Ya importa menos el continente, como veremos a continuación.

En la narrativa de la casa, que podemos encontrar en el apartado de esta fragancia en su página oficial, leemos lo siguiente referente a la misma:

En mares turbulentos, un barco pirata ineludiblemente transitorio (sic) se enfrenta a aguas negras, leguas profundas de misterio. Black Phantom »memento mori» revela sus tesoros escondidos al curioso olfato en oleadas.

El Perfume: el acorde de ron de Martinica, similar al «agua de piratas», le da un aroma a café fuerte en su corazón, equilibrado por la esencia de vetiver. Una mordedura mortal de cianuro se esconde amenazadoramente, como la sonrisa de la muerte misma. Devuélvale la sonrisa mientras la caña de azúcar y el sándalo oscuro y cremoso aseguran que un viaje difícil tiene una dulce recompensa.

Lo de «ineludiblemente transitorio» no tiene un pase, si empleamos la traducción literal, por eso no me he molestado en buscar una traducción mejor y me he limitado a poner el «sic» tras tamaña aberración y es que sic erat scriptum, así fue escrito. El párrafo está horriblemente redactado, es pomposo y es casi babélico. Leemos que tiene un acorde de cianuro la cosa, y luego tenemos lo de memento mori, un alocución latina que viene a significar «recuerda que morirás». Sí, el cianuro huele a almendras amargas, y se percibe ese acorde, aunque lo que predominan son los resabios alicorados de ron y los toques dulzones empalagosos del ethyl maltol (caramelo y vainilla). Claramente estamos ante una creación gourmand dulce, con un secado muy convencional dominado por un sándalo sintético. También detecto una nota levemente salina de fondo, probablemente el típico y ubicuo sintético ambarado maderoso (Black Phantom debe tener un buen número de sintéticos, aunque esto no es malo per se). Volvemos a la chorrada de memento mori, porque para lo que sirve realmente es para revelarnos que la fragancia morirá pronto, bastante antes que nosotros, afortunadamente. Su desempeño es mediocre. Está claro que el latinajo nos lo cuelan de rondón para vendernos la maravillosa caja con la calavera que contiene la botella (por cierto, rellenable, y esto sí que es un buen detalle). Black Phantom es el ejemplo palmario de la supeditación del contenido al continente. Compramos la caja, la calavera, la llave, la preciosa botella y la historia de la marca, incluso las poses estudiadas y emperejiladas del creador (minuciosamente desarreglado, un desaliño estudiado, como si se acabara de despertar y atusar tras una noche de sexo salvaje), un verdadero experto en marketing y gran director creativo, debo admitir. A ver, entiéndaseme, a mí me gusta la fragancia, tiene un toque sofisticado, un precio excesivo (doscientos euros para cincuenta mililitros), pero se me antoja incompleta. Bueno, no en realidad, porque todo en ella está bien cuidado, cuando digo incompleta es que no termina de llenarme, no me alcanza, no me conmueve, no me inspira a recrear lo que su narrativa, un tanto acomodaticia y simplona, intenta trasladarnos. Y además le veo las costuras a la evidente maniobra de marketing. Cuando adquieres uno de sus perfumes, en realidad estamos comprando la exclusividad de la experiencia, su nombre, su ideal, su estrategia comercial, no estamos en verdad comprando un perfume. Es una pena, porque podría haber permanecido independiente, centrándose en mejorar sus creaciones a nivel sustancial (el perfume), otorgando a éste un protagonismo por encima de otros elementos accesorios. No le faltaba talento para ello. En fin…

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