Neela Vermeire es una empresaria de origen indio que desarrolla actualmente su actividad en París. Según podemos leer en su página web, su intención pasaba por recrear algunos de sus recuerdos de juventud y sus vivencias durante los muchos viajes que realiza para visitar a su familia, desarrollando una línea de fragancias reminiscentes de su país natal. Con esta idea en mente, se asociaría con el gran perfumista Bertrand Duchaufour para hacer realidad este empeño. Bombay Bling! es una de sus creaciones, donde sus artífices, con la propia Neela como directora creativa y Duchaufour como perfumista, han tratado de hacer honor a esta narrativa, extraída de su propia página y que les reproduzco a continuación:
¿A que les resulta evocador el pasaje? Pues a mí sí, debo admitir, condescendiendo debidamente a la hermosa generalidad del párrafo de marras. Leyendo el mismo, uno pensaría en encontrarse una composición que aunara el carácter místico que se desliza en palabras como extático y esotérico con la supuesta modernidad de una nación pujante y dinámica. Desde luego no sería fácil lograr algo así, pero contando con Duchaufour todo es posible, verdadero maestro de la creación de nuevos y vanguardistas acordes, no en balde fue de los primeros en emplear el ruibarbo en perfumería, y algunos, como la conocida reseñadora Tania Sánchez, lo definen como el maestro iniciador de una suerte de estilo eclético que entrevera el modernismo más vanguardista con el respeto a la tradición clásica, en un más difícil todavía aunando feracidad y diafanidad. Con estos mimbres uno podría aguardar una suerte de epifanía creativa que nos legara un constructo genial. Pero creo que no. Bombay Bling! es un poderoso perfume, bien pertrechado de sintéticos agudos y punzantes, que nos ofrece de salida un tronar de tambores frutales (como en la novela del genial James Bellah), destacando un mango jugoso y dulzón hasta la nausea (obviamente un sintético muy poderoso, alguna cetona o furanona o yo qué sé). Debo admitir que la salida me recuerda a uno de esos ambientadores terribles que podemos comprar para el coche. Hay que aguantar esta primera embestida de esta bestia molecular agazapada. Es como si nos desplazáramos desde un infecto garito en Vile Parle-Bandra-Kurla hasta la terraza del bar Aer del Four Seasons en el distrito financiero de Worli. Sí, porque lo mejor viene en el secado, y en la fase intermedia, con un precioso acorde de flores untuosas blancas, dominadas por la vainilla de fondo y un sándalo sintético bastante cremoso. El problema es aguantar hasta entonces. Si gustan del brutalismo almibarado, relumbrante, de los dulzores icásticos, del terrible mango (quién diántre en su sano juicio quiere oler a mango), les encantará esta bestia. Y así, además, podrán comprar su billete de ricksaw desde los suburbios «esotéricos» (no he podido evitar la chanza) hasta el neón floral de la India más vibrante y moderna, parafraseando también a Neela.
Hay otras fragancias que me recuerdan en cierta manera a ésta. Una es De Lirius (de Renier), que es bastante mejor que Bombay Bling!, y otra de Vilhelm Parfumerie, Mango Skin, que es nefanda.
Por cierto, Bombay Bling! cuesta 200 euros para 60 ml. Excesivamente cara para lo que ofrece, pero mucho. En fin…