Bakkaris es un portal de reseñas, historia y noticias sobre el apasionante mundo de la perfumería.
Nicho

Pluie Noire, Parfumerie Particulière

Hace unos días escribía sobre otra fragancia de esta particular casa parisina de perfumes nicho, Black Tar. Como recordarán, si se tomaron la molestia de leer mis ocurrencias, me gustó aunque no en demasía, pero si consiguió espolear mi interés por las creaciones de Parfumerie Particulière proponiéndome conocer algunas otras; y de entre todas ellas fue Pluie Noire la que primero captó mi atención, por sus notas más que nada. Vamos a comentar algunas cosas sobre la misma, así a vuelapluma, porque no da para mucho más.

Me gusta el concepto integral artístico de esta casa: botella, empaquetado, perfumes y narrativa. Aunque ésta última es mejorable, porque resulta vaga, difusa cuando no enrevesada o ininteligible, como es el caso de esta Pluie Noire, lluvia negra. Según nos cuentan los sesudos creativos, la fragancia nos emplaza en la bahía de Ha-Long, Vietnam, no muy lejos de Hanói, en el golf de Tonkín, destacando este hito geográfico por la profusión de islas e islotes tachonados de verde esmeralda en aguas cristalinas salpicadas a su vez por acúmulos kársticos de tamaños y formas caprichosas. La lluvia, una precipitación negra aceda, cae plácida pero abundosa como el sollozo de nubes que se ensortijan sobre los acantilados empapando a unos tipos que observan. Esto poco más o menos transcrito, y adornado, desde la página oficial de esta gente. Leemos esto y pegamos la nariz al secante, al papelito, y a nuestra piel…

La salida de Pluie Noire es precipitada, agresiva, marcada por una nota sintética marina o yo qué diantre sé que me parece odiosa, bueno quizás no tanto, dejémoslo en férvida, pues causa algo de ardor en mi nariz. Suerte que este acorde infame se diluye con la facilidad de un azucarillo en un café caliente. Mas nos queda un iris acre, seco, algo áspero y desabrido pero con un indudable toque de distinción. Y es aquí cuando verdaderamente iniciamos el proceso de intelección de esta cosa, apreciando sus contadas virtudes, pues no hace más que mejorar hasta remansarse en un secado aquietado, pausado y elegante, aunque, eso sí, de una fuerza tenue y contenida que se queda flotando plácidamente como un nimbo beatífico muy cerca de nuestra piel, apenas pretencioso, tímido en exceso. Tal vez sus fautoras, asistidas la una por la otra, Amelie Bourgeois y Anne-Sophie Behaghel, tanto monta monta tanto, podrían haber incrementando el nervio y brío de esta criatura mortecina. O yo soy un necio y así está perfecta, ustedes deberán decidir. Admito que es bella y encandila por momentos, siendo muy poco original, pero este iris de ultratumba, triste y condolido, me gusta, y además el enebro otorga un donaire cítrico a la par que nemoroso, pero poco: ese tachón de bosque húmedo sobre la piedra negra kárstica. Es fresca pero no alegre; es ligera pero circunspecta. Y es efímera.

Bueno, pues esto es Pluie Noire, un iris acuático, aromático (enebro), serio y triste, empero gallardo y barbián. No es dulce, no invade ni agrede, pura ataraxia y ya.

No me gusta la narrativa, y ahora me van a permitir la digresión. Tampoco gastaría los más de doscientos euros que piden por esta creación. El nombre es precioso: lluvia negra. Me la imagino como la fragancia que llevaría Charlie Vicent en la película homónima filmada por Ridley Scott, Black Rain, y protagonizada por Michael Douglas y Andy García. Recuerdo la célebre escena del asesinato del susodicho a manos de los matones motoristas de Sato en el subterráneo, ya en Osaka. Tiene su sentido, y verán si me dejan explicar, pues según aprendemos en la película que vengo citando, el personaje de Michael Douglas, Nick Conklin, descubre que la falsificación de moneda estadounidense por la yakuza es su particular venganza por la «lluvia negra», o lluvia radiactiva, tras el bombardeo de Hiroshima en la Segunda Guerra Mundial. Y esto relacionaría esta peli, de forma algo forzada, debo admitir, con otra harto famosa con el mismo título, Kuroi ame (lluvia negra), estrenada 1989, inspirada en la novela homónima de Masuji Ibuse, una brutal historia de amor con el horror atómico de Hiroshima de fondo. Les juro que, ingenuo de mí, cuando descubrí por primera vez esta fragancia, desee encontrar una trasposición de estas historias en perfume. Qué tontería, ¿no? Improbable del todo, pero hubiera molado mucho. En su lugar tenemos la historia hueca y aburrida de los islotes vietnamitas, que son muy bonitos y tal, pero eso: un tostón. En fin, a otra cosa Pedro.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.