Noir Extreme no debería gustarme: pues suelo apartarme de los perfumes gourmand (para mí su vainilla es tan notable que así lo considero, aunque en propiedad no lo sea), además Tom Ford no es una casa que me guste en demasía y esta creación resulta demasiado dulce para mí. No seré yo quien malbarate la carrera de este genio creativo, cuya trayectoria es harto conocida y por tanto no abundaré en ella. pero sí me gustaría dar un par de pinceladas, para empezar este señor ha dado muestras de su valía desde que rescatara a Gucci de una ruina segura y la condujera a recapitalizar sus cuentas convirtiéndola de nuevo en un hito de la moda europea y por ende internacional. Más tarde fundaría su propia línea de moda y complementos, tras abandonar Yves Saint Laurent después de un sonado enfrentamiento con los máximos accionistas del grupo Pinault-Printemps-Redoute (PPR), como de seguro sabrán todos ustedes. En fin, desde su independencia creativa, ya a los mandos de sus propia empresa, los lanzamientos de perfumes con el sello Tom Ford no han parado de sucederse, disfrutando de un elevado número de ventas y creciente popularidad, alumbrando algunas composiciones poco menos que ya clásicas y diría imprescindibles, que a su modo marcaron tendencia arrastrando tras de sí a la competencia en su momento. Perfumes como Oud Wood, Tobacco Vanille, Noir de Noir, Tuscan Leather, Ombré Leather o Black Orchid son hoy auténticos referentes, copiados algunos de ellos hasta la nausea.
Ford es un excelente creativo, con un talento innato que sólo un mamerto furibundo podría hoy negarle. Buena muestra de su valía ha dado en todos estos años. Además, es un hombre que sabe rodearse de buenos profesionales y posee un vasto conocimiento y un gusto refinado. Sus diseños son hoy epítome de clase y elegancia, caracterizándose por una simplicidad que hoy es marchamo de su casa, entendiendo la calidad de «simple» como una de las etapas más arduas de alcanzar en toda carrera artística, una vez el creativo puede llegar a separar el grano de la paja y aprehender la clásica atemporalidad de lo verdaderamente esencial, descartando lo superfluo, lo accesorio, lo vulgar, lo que suma sólo por adición y no por necesidad absoluta. Cualquier idiota con ínfulas puede hacer algo complicado, lo verdaderamente difícil es hacer algo simple, hacerlo bien y convertirlo en un éxito internacional.
Creo que muchos de los perfumes de Tom Ford son sencillos en su concepto y presentación, simplemente se adelantaron a su tiempo, no por originalidad, sino por presentarlos de una manera primorosa comercialmente hablando, avalados por excelentes campañas de marketing y buenos fabricantes y evaluadores, comenzando por el propio Tom. Y es que Noir Extreme no deja de ser un oriental ambarado, con una base de vainilla convencional y un corazón dulce y floral. Nada hay aquí novedoso, rompedor, complejo o aquilatado; su desempeño tampoco es hipergólico o hiperbólico. Si me apuran, es hasta convencional, pero vaya, está bien hecho, es redondo, sin aristas, todo funciona en este mejunje con una precisión suiza. Cada etapa se nos presenta de manera simple y llana: inicio levemente cítrico, deleitable y meloso; corazón floral clásico (rosa, jazmín y azahar) y base típicamente oriental, de igual manera harto inmarcesible, si me apuran hasta trillado (vainilla, ámbar, maderas resinosas y sándalo cremoso). Es que no tiene más: es tan sencillo como esto, pero está bien hecho, bien formulado y mezclado, excelentemente fabricado, todo en su justa medida, a su tiempo, y presentado de manera primorosa en una frasco de líneas simples y elegantes. Yo no pido más…
No he encontrado perfume que acompañe mejor a un traje de corte clásico, corbata negra u oscura, camisa blanca impoluta, que Noir Extreme, especialmente si tenemos que acudir a un evento formal, celebración o cita nocturna.
