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Charade, de Sarah Baker

Como irredento amante de las fragancias florales, especialmente cuando van dispuestas con mi igualmente estimado nardo, no podía sustraerme a este Charade, de Sarah Baker, del que de un tiempo a esta parte he podido ver varias referencias, reseñas y demás historias. Además su narrativa me llamaba la atención, como buen cinéfilo, pues refiere a una película magistral de Stanley Donen, Charada, filmada en 1963, y protagonizada por los que son dos de mis actores favoritos: Audrey Hepburn y Cary Grant. Sin olvidar la fabulosa banda sonora firmada por Mancini y los secundarios de lujo, como Coburn o el siempre genial Walther Matthau.

Con estos mimbres, con esta inspiración referencial, con un perfumista detrás de la talla de Andreas Wilhelm, y contando con mi dilecto nardo en sus notas, ¿qué podía salir mal? Esperaríamos disponer de una composición que nos emplazara en el ambiente refinado y lujoso de las diversas localizaciones que admiramos en el largometraje; también en cierta medida aprehender el que sería el olor de Reggie (Audrey) suponemos, y tal vez explotar la química entre los dos protagonistas, aunque esto suponga algo de «metajuego» para los creadores del perfume. En definitiva, pensaba yo encontrar un destilación mesurada del estilo y la clase mixturada de Reggie y Peter, envueltos en toda suerte de desatinos y peligros, mientras recorren lugares de ensueño, localizados con la exquisitez propia de Donen, en esta aventura de intriga que vemos como un homenaje al Hitchcock de Atrapa a un Ladrón. Pero esto que pido es imposible, sencillamente: nadie puede captar algo así, ni la narrativa más obcecada podría conseguirlo, aunque resulte atractiva. Porque lo que hace esta casa es emplear el nombre de un icono mundial del estilo, de dos en realidad, mediante la referencia a esta película, y asociarlos así a su perfume. Nada más.

Charade es una fragancia agradable de nardo que posee un toque de cuero o gamuza excepcionalmente bien implementado, que no emascula el carácter floral del conjunto. El nardo es brillante y no demasiado invasivo, poseyendo cierta vis dulce pero sin resultar exagerado (la miel declarada yo no la noto, y mejor así, porque odio esta nota con fruición). La salida quizás sea lo peor de Charade, y lo mejor viene después, en el secado, cuando llegan a escena (recuerdo la secuencia del velatorio) los elementos más prosaicos, si me permiten la palabra, de esta mezcla: especialmente el vetiver (James Coburn como «Tex» Panthollow) y el musgo de roble (el enorme George Kennedy como Herman Scobie). Las notas ambaradas y maderosas, harto difusivas y poco perceptibles, debemos atribuirlas al carácter mesurado del agente de la CIA Hamilton Bartholomew (Walter Matthau). Las flores (ylang y nardo) y el cuero, son Audrey y Grant. Y poco más. Si les soy sincero tenía puestas grandes esperanzas en esta Charade, y sin ser nada del otro mundo, me ha resultado bastante buena, aunque no la creación magistral que me habían vendido. Con todo, puedo llegar a recomendarla sin miedo a equivocarme.

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