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Le Mat, de Mendittorosa

Anne-Sophie Behaghel en verdad creó toda una obra maestra cuando, a las ordenes de Mendittorosa, compusiera esta oda a la rosa especiada, que pasa por ser una de las más bellas recreaciones olfativas jamás pergeñada. Ora fruto de una afortunada alineación de astros celestes que dotaran a la perfumista de una inspiración fugaz, ora fruto de la pericia instrumental y procedimental de esta artista, o tal vez el inopinado trabazón de ambas circunstancias como unión razonable y ordenada de la inspiración sobrevenida y su ilación consiguiente mediante la técnica y la experiencia. Sea como fuera, Le Mat es una escultura molecular intemporal e inmarcesible ya; un constructo de arquitectura efímeral, ingrávida pero no por ello tenue o insustancial, más bien todo lo contrario. Sí, porque su impronta en derredor es como una suerte de nimbo fantasmal, alocado en su salida, para apenas en un instante, rotar en aquel éter de otrora fluyendo sutil, invisible, imponderable y elástica, alcanzando una perfección imposible de inquirir, esculcar o escrutar. Resulta un secreto insoluble. Es un laberinto de partículas entretejidas con maestría ímproba, inefable casi, que se unieran en estructuras acomplejadas, imposibles de precipitar, en un caos ordenado que induce en el individuo una confusión (casi eterismo) similar al síndrome de Stendhal: violenta y súbita reacción romántica ante tal acumulo de belleza y la propia exuberancia del disfrute artístico.

He seguido el trabajo de Behaghel ya hace su tiempo, descubriendo no pocas joyas por el camino y otras creaciones intrascendentes de su empresa Flair, fundada junta a su compañera perfumista Amelie Bourgeois. Vengo de explorar sus composiciones para Parfumerie Particulière en las últimas semanas, algunas de cuyas fragancias bien han merecido una reseña en este mismo portal (Black Tar y Pluie Noire). Me encanta su trabajo para Frapin, Nevermore (otra rosa conceptual preciosa), y el arrojo vanguardista de Phantasma para Les Liquides Imaginaires, un acorde alimonado de hesperidios espectrales conjugados con acordes abracadabrantes igualmente preternaturales, fantasmagóricos y quiméricos. Pero este Le Mat es el culmen y muy difícilmente podrá superarlo: es su capilla Sixtina, la novena de Mahler. Pero no se engañen, o no dejen que mis palabras les engatusen, sobre todo lo que he referido en mi primer párrafo. Le Mat no supone un aldabonazo de la perfumería actual a los cánones de este arte natural, no, pues sus acordes orquestales, compuestos de manera soberbia, equilibrados y beatíficos, casi angelicales, resultan clásicos y eternos en su simpleza: rosa especiada crasa y ubérrima, pimienta negra y pachuli. Si bien aquí hay mucho más que ese puñado de notas que la perfumista generosamente nos desvela, sólo unas pocas migajas de toda una plétora, pues Le Mat se muestra ahíto, casi abotargado, de partículas fragantes y moléculas dispares que se aúnan magistralmente en un soliloquio donde la rosa centifolia se enseñorea de todo este hilo fragante conductor, cimbreante y dorado, eviterno en piel (es un extracto de perfume, así su duración es considerable). Precioso el toque acidulado, cítrico, propio de un hermoso y difusivo geranio; así como los toques «ambarados» y amaderados de su fondo caliginoso. En su sencillez radica su excepcionalidad, su persistencia opulenta y elegante. No hay más.

Para mí la más bella rosa especiada ahí fuera, junto a Portrait of a Lady y Rosenthal, todas ellas conforman una sacra trinidad divina e imperecedera. No pueden faltar en su colección, ninguna de ellas. Por avisados los tengo.

La fotos son las propias de la casa Mendittorosa.

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