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Opinión

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!

No concibo otro modo de mostrar mi parecer que hacerlo desde mi independencia y, sobre todo, en libertad. Tratar de ser honesto y directo, a pesar de mi natural tendencia a adornar los textos con recargada prosa, que en verdad es seña de identidad de mi propio estilo, y que se refleja en la mayoría de mis obras escritas, aunque las mismas no tienen nada que ver con esta afición nuestra, y no vienen al caso. Además esta faceta de escritor es secundaria, ya que desarrollo mi actividad profesional en otro ámbito, como empresario.

Bueno, volviendo a lo que nos ocupa aquí, cuando comencé a interesarme por la perfumería, comprobé que la inmensa mayoría de las reseñas que podemos encontrar en Internet resultan someras, simplonas, cuando no una mera transliteración de la notas proporcionadas por la casa o la narrativa que nos traslada la marca. Hay una total ausencia de pensamiento crítico o libre por miedo a resultar señalados y coartar la posibilidad de optar a prebendas futuras o al desarrollo de proyectos comerciales. Todo es un puro mercadeo infame donde la opinión tiene un precio y se vende de manera obscena. Detrás de muchas reseñas hay una agenda oculta que nunca se evidencia pero que, a nada que uno emplee la lógica y el sentido común, queda desvelada. Es muy complicado encontrar personas con criterio e independencia (las hay, ojo, sólo hay que saber encontrarlas), con ética y responsabilidad y, sobre todo, con libertad. Sí, libertad, siempre libertad, para expresar aquello que uno piensa, sin atajos y sin miedo. Hablar hoy con la verdad no está bien visto, y eso incluye la crítica negativa, imbuida del buenismo reinante y bobalicón que podemos entrever tras muchas reseñas. Todo es pose, cartón piedra, embustes dulcificados de guiones amañados y falsarios. Hipócritas fariseos, que pretendéis enseñar pero no amáis; predicáis con tal de conseguir prosélitos; que buscáis oro y ofrendas, minucias y diezmos; porque parloteáis impúdicamente pero no seguís la ley y sus virtudes; os presentáis como puros pero abundan en vosotros los deseos terrenales y la carnalidad, ahítos de rapiña e intemperancia; os mostráis como justos por ser escrupulosos, pero en verdad arrastráis un mundo secreto de pensamientos y actos indignos, sepulcros encalados, vistosos en apariencia, pero por dentro abotargados de huesos de muertos y de toda la inmundicia; decís profesar un gran respeto pero no os respetáis a vosotros mismos.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!

Como mucho de ustedes ya habrán descubierto, porque los tengo por personas cultivadas, lo que he hecho arriba es una transliteración libre de las críticas a los fariseos formuladas por el propio Jesús contra los escribas, doctores de la Ley, así como los propios fariseos, que aparecen en los Evangelios de Lucas​ y Mateo. Me he servido de estos conocidos pasajes para articular mi reprobación, como un mero ejercicio literario pero que, inopinadamente, concuerda con mis propósitos y los hechos denunciables. Aunque, claro está, la entidad de todo esto que nos ocupa es irrelevante, es una completa idiotez. Y esto me sirve de preámbulo a lo que quería comentarles, y no es otra cosa que mi verdadera pretensión a la hora de escribir sobre perfumes. Y es que para mí el perfume es lo de menos en mi reseña, quiero decir, lo que me importa es cómo escribo en lugar de lo que escribo. La fragancia por tanto es un mero vehículo para conjurar mis demonios, para expresarme con total y entera libertad, para entretener mi juicio y restar solitario en mi malpaís reseco, tortuoso, estéril e inhábil. Es mi sustituto del revólver y la espada. Porque ahí sólo estoy yo, aguardando dejado de toda ayuda con mi única certeza y mi propia verdad: aquella que me hace libre. Y es por ello que mis textos son, igualmente libres, sin amparo más allá de una licencia Creative Commons, así que pueden usar mis palabras a voluntad, modificarlas, retorcerlas o conjurarlas como se les antoje, hacerlas suyas, si prefieren. Es mi compromiso con mi libertad, y conmigo mismo.

NOTA: La obra pictórica que encabeza esta entrada es Jesús entre doctores, cuadro perteneciente a la colección del Museo del Prado, obra de El Veronés, alrededor de 1548.

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