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Opinión

The perfume code of ethics, una reflexión crítica

Desde hace unos años, no sé si fue en 2020 cuando esto empezó realmente, un interesante movimiento comenzó a fraguarse cuando, Christophe Laudamiel, idea el que pasó a conocerse como Perfume Code of Ethics. En realidad no es más que una declaración pública de adherencia a unos pocos principios éticos redactados de manera muy simplona, careciendo de un cuerpo legal efectivo más allá de un compromiso formal, difícilmente comprobable, de que todo aquel comprometido respetarán el código ético de marras. Esto no es nuevo, ya he visto en otras ocasiones y en otros ámbitos este tipo de procedimiento, que en no pocas ocasiones es un mero canto de sirenas, una etiqueta que sirve para proceder como si nada hubiera sucedido y ganar así una suerte de protección diferida ante cualquier presunción. Y me apuesto lo que quieran a que muchos de los ya apuntados, y cuyo logo podemos ver en las actualizaciones periódicas, se pasan el código por el forro de dichas sean sus parte, pero como da un cierto aura de «prestigio» (lo he puesto entre comillas a posta) figurar en el susodicho… pues agua de borrajas. Además no hay ni dios que pueda comprobar estas cosas, posibles infracciones aunque las sospechemos, ni tan siquiera la The ZOO™ Police evidentemente (por cierto, desafortunada elección para presentar el código de las narices). ¿Cómo diantre vamos a estar seguros que, por ejemplo, un reseñador adherido no recibe ingresos o botellas para reseñas; o que la tal Tanja Bochnig no emplea plutonio o el Teseracto de Los Vengadores para potenciar los efectos curativos que según ella tienen los aceites naturales que emplea en sus perfumes? A ver, ya fuera de bromas, seguro que habrá gente muy comprometida, que irá a la par del ideador de la cosa, al que no resto talento, a pesar de ciertas declaraciones que he podido leerle bastante cogidas por los pelos, por no decir otra cosa, típico de un luchador por la justicia social con más pulsión visceral que cerebralismo. Pero no quiero detenerme en algo tan nimio, porque lo que importa aquí, lo magro, es el código, que me gustaría analizar con ustedes y ofrecer una visión crítica, con ánimo constructivo. Creo que nadie se ha atrevido a hacerlo, no vaya a ser que todos estos caballeros de brillante armadura y comportamiento intachable caigan sobre uno como los otomanos de Solimán el Magnífico sobre Viena y nos quedemos sin cruasanes (no son un invento francés, ¡no!); obviamente yo prefiero comerme un bollo de estos a sumarme alegremente a la policía de Laudamiel (es una broma, no se enfaden). En fin, aquí el código en su magnífico esplendor, las Tablas de la Ley que Moisés Laudamiel bajó del monte Sinaí para compartir con los hijos de Israel.

Moisés y las Tablas de la Ley, oleo de Rembrandt (1659)

I Originality

We pledge to create or promote original olfactory forms. Creations borrowed from existing olfactory forms must be acknowledged. Original creators and formula owners shall be named and rewarded. Plagiarism is not tolerated.

II Art And Design

We believe that olfactory forms are works of the mind and fragrances are pieces of art and design. Their composers are artists and designers.

III Respect

We strive to ensure that suppliers, farmers and chemists all around the world receive the respect they deserve.

IV Anti-Fog

We pledge to write scent descriptions that are reliable and actually descriptive. If we say it, you will smell it.

V Sampling

If complimentary samples are provided, they are not to be resold. They may be donated to e.g. Dress for Success, a school for the blind, or other charities which will donate them to people who cannot afford perfumes or wish to learn perfumes.

VI Disclosure

If we review a fragrance, active contribution or promotion from the fragrance composer or owner will be disclosed.

VII Flagging

If you see or smell something, say something. We will be scrupulous about facts and oversights brought to our attention.

VIII Clean Slate

All fragrances created prior to September 4, 2020 or coming onto the market prior to January 4, 2021 are grandfathered.

This Code of Ethics is currently based on an honor system. There is no commitment beside what is duly expressed above. Perfumers are committing personally, beside formula owners, and brands who may also commit as such.

If you would like to commit as well, please include this code and the alabaster seal below in  documents and on your website. 

Vamos punto por punto analizando el documento.

Sobre el primer apartado hay poco que decir, a falta de señalar cuán laxa es su escritura. ¿Qué es exactamente una «forma olfatoria»? Imagino que un acorde, ¿o es un perfume completo? Es decir, si empleamos un acorde complejo, o quizás una base, que pudiera encontrarse en otra creación, debemos señalarlo (bueno, deben los perfumistas). Esto creo que no lo hace nadie, y no lo van a hacer tampoco en el futuro por mucho código ético. Sobre plagiar perfumes estamos todos de acuerdo, ya hay suficientes piratas en el Golfo Pérsico haciendo eso mismo a diario. A lo mejor convendría aumentar el relleno de este artículo incidiendo en el hecho de que crear un perfume original para una casa que metódicamente clona y plagia creaciones ajenas tampoco es muy ético, ¿verdad? Pues hagan un poco de estudio y se sorprenderán…

El segundo punto es el que de todos me suscita más incertidumbres. A ver, no todos los perfumes son arte, no todo el diseño de perfumes es arte, diría que la inmensa mayoría de los diseños que he visto no son arte, simplemente el trabajo profesional de un individuo: su desempeño, pericia y su oficio. Obviamente hay obras de arte en perfumería, pero son las menos, trabajos afortunados propios del talento más salvaje que, por una conjunción de elementos concitan esa universalidad que el verdadero arte precisa y debe atesorar. Como saben, hay infinidad de teorías contrapuestas en lo que a la concepción de arte como expresión humana se refiere. Joder, la reflexión teórica en torno al arte sigue siendo uno de los objetos centrales del pensamiento y la filosofía, sobre todo en la primera mitad del siglo XX, y hasta la actualidad. Desde es desleimiento de los valores racionalistas, la ruptura del concepto de realidad fruto del cientifismo y tecnicismo moderno que obra en la propia génesis del arte abstracto que conduce al arte marxista o el materialismo en plena época de reproductibilidad técnica, que provoca a su vez una reacción contrapuesta, como la de Theodor W. Adorno, perteneciente a la Escuela de Frankfurt, que defendía el arte de vanguardia como reacción a la excesiva tecnificación de la sociedad moderna. Pasando después por el pragmatismo artístico y la crítica de la deshumanización del mismo formulada por Ortega; o una visión ontológica que desarrollara Eco. Morris Weitz, representante de la estética analítica, opinaba en El papel de la teoría en la estética (1957) que «es imposible establecer cualquier tipo de criterios del arte que sean necesarios y suficientes; por lo tanto, cualquier teoría del arte es una imposibilidad lógica, y no simplemente algo que sea difícil de obtener en la práctica». Según Weitz, una cualidad intrínseca de la creatividad artística es que siempre produce nuevas formas y objetos, por lo que «las condiciones del arte no pueden establecerse nunca de antemano». Así, «el supuesto básico de que el arte pueda ser tema de cualquier definición realista o verdadera es falso». Sea como fuere, el concepto de arte es harto más complejo de aprehender, y sobrepasa con creces la simpleza de este código, cuya laxitud en sus preceptos es tanto un pecado como una virtud. Y que introduce incertidumbres a la par que certezas, porque según mi concepción del arte, pocos de los que se presentan adheridos son verdaderamente artistas, algunos son unos puros mercachifles. Pero claro, esto es mi punto de vista, muy personal. Pasemos al siguiente punto…

El tercer punto pide respeto para los proveedores. En concreto aboga para que los mismos reciban el respeto que se merecen. ¿Para todos ellos? Quiero decir, ¿todos los proveedores son buenos per se? En fin, otro ejemplo de escritura vaga, de texto disipado y complaciente, ahíto de wishful thinking.

El cuarto punto, con una encabezado algo tonto: «anti-fog«, nos impele a escribir de manera veraz, descriptiva. Si olemos algo es que ese algo está ahí. Sí, sé a qué se refiere en realidad, a que no copiemos las referencias de otros autores básicamente. Pero, digo yo, dada la supuesta subjetividad del olfato que no pocos reseñadores y perfumistas repiten como un mantra o dogma de fe de andar por casa en zapatillas, con memeces del estilo: que si el «ph», que si la piel no se qué o no sé cual de cada uno, que si la temperatura, que si los medicamentos que uno toma, que si tal o cual o Pascual, va a ser un poco complicado o difícil. Los olores se describen con palabras, y es necesario tener claro qué significa cada palabra y emplearlas adecuadamente. No hay más.

El quinto punto nos obliga a no revender las muestras que nos hayan sido enviadas por una casa, perfumista o el sursum corda. Me parece bien, yo nunca haría algo así, me parece cutre. Compartir en libertad, trocar, intercambiar, donar o prestar es lo más civilizado.

El sexto punto es también bastante lógico. Todos sabemos que si recibes una botella como regalo, o cualquier otra cosa sin coste, hay un riesgo explícito de que tu reseña no sea sincera. De hecho hay estudios de marketing muy serios sobre el tema que así lo demuestran. Hay marcas que emplean esta política de entrega de botellas a cambio de reseñas acríticas laudatorias. Y muchos de los reseñadores no declaran el origen de los frascos, lo que supone un engaño explícito a su público. Luego hay reseñadores que sí anuncian el origen de la botella, pero sus reseñas acaban siendo igualmente positivas, huecas, inanes y estúpidas, porque se nota que hay un interés puramente crematístico y desean seguir recibiendo frascos y piensan, con toda su lógica, que una crítica hiriente aunque veraz, concluirá la relación comercial. Al final todo es un puro badulaque de intereses complementarios, masturbatorios, una trama ya tan compleja que un tímido intento como el que se propone en este código apenas arañará su superficie, pero al menos va en la dirección correcta.

El siguiente apartado, incurriendo otra vez en una redacción infantil, nos conmina a delatar a la gente, así tal cual… Si alguien lo hace mal, o nosotros creemos que lo hace mal, lo denunciamos a la The ZOO™ Police y los muchachos no tardarán en mandar una furgoneta llena de bomberos que quemarán los libros del impostor y sus perfumes a una temperatura de 451 Fahrenheit. Esto mola, voy a convertirme en un delator, como Gypo Nolan en la famosa peli de Ford.

Y el último punto nos dice que, como no hay forma de comprobar que cualquiera que se adhiera al código es de fiar, pues confiamos en su honor y ya está: to er mundo es güeno.

Hasta aquí mi repaso al código dichoso. Y ahora viene la sorpresa: ¡ta-chan! Me he presentado como candidato para incorporarme al código, es decir, meter a Bakkaris en este «selecto club», porque me parece un paso, tímido y atolondrado a su manera, pero correcto en la buena dirección. Y aunque esté de acuerdo con su parte mollar, con su esencia, no puedo evitar señalar las taras, como he hecho, con ánimo constructivo. Por cierto, nadie más adecuado para pertenecer a sus filas, porque soy el Ú-N-I-C-O cuyo contenido se libera bajo una licencia abierta Creative Commons, como firme defensor de la cultura libre, porque el perfume en realidad no es arte, es cultura, parte del acervo cultural de la Humanidad, y de ahí mi compromiso con escribir con mi franqueza habitual y de manera libre y accesible a todo el mundo. Algo que un código ético como Dios manda debería incluir, y algo que falta en este código, por cierto.

Hay otra cosa que quiero señalar, ¿en qué parte del código ético metemos las tonterías de algunos de los adscritos, como una persona que se jacta de afirmar la capacidad curativa de los aceites esenciales (algo que carece de rigor científico alguno y que podría catalogarse como engaño y que puede resultar peligroso) o esa otra tipa que formula los perfumes con chakras y numerología, o leyendo el aura? ¿Es ético referir hechos a todas luces falsos en la narrativa de estas casas y que las mismas figuren en este catálogo de adscritos? Esto habría que verlo, digo yo.

Aunque después de esta diatriba, ¿qué se apuestan a que ni me consideran?

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