Como subirse al tren de la bruja para que te den escobazos
Hube de acercarme a esta fragancia ya que resultó agraciada con el primer premio en la categoría de perfumes artesanales, en un concurso organizado anualmente por The Institute for Art and Olfaction, una organización sin ánimo de lucro sita en la ciudad de Los Angeles, consagrada, según citan en sus medios, al «estudio experimental y artístico del perfume», sea lo que sea que esto signifique. Voices, haciendo honor a su nombre, tiene una, en verdad, voz propia, que pretende convencernos de su arrebatada modernidad, ofreciendo al incauto el improbable deleite de un acorde cacharriento de mango y arroz hervido. No hay tal cosa aquí, más allá de un horror molecular cetónico. Sí, no se asusten, porque en realidad huele exactamente igual que el adobo de una caña de lomo embutida, así de nefanda es esta cosa. Ejemplo palmario de la modernidad que ceniza su legado en esta futuridad experimental cochambrosa. ¿Es tan complicado entender que toda tradición, incluso la de la perfumería atemporal —sí, esa que sólo buscaba oler bien, que no a sobaco de mono en las quimbambas— es la trasmisión del fuego, como antorcha, que no la adoración de las cenizas, que diría Chesterton, abrasado todo por esta posmodernidad desfallecida? Pues no se enteran, ni nosotros, pobres mortales incapaces de aprehender el genio esplendoroso tras estas mierdas, como el «genial» elenco de jueces que eligen a los campeadores del «cenizar». Es que produce hasta dolor de cabeza, y tengo que borrar esta cosa de mi piel estropajo mediante. Y volviendo a Chesterton, después de esto, más que nunca precisamos la aparición de un puñado de hombres —o mujeres— que tengan el coraje de ser inactuales. ¡Y no tarden, por favor, o moriremos todos en el ínterin, sofocados por engendros tal cual este que critico a cajas destempladas! Pero antes podemos poner a los miembros del jurado en busca captura… ¡Y que abran Alcatraz de nuevo para meterlos a todos allí! Y a mí de paso también, que se me va la olla.
NOTA: Esta reseña aparecerá en el segundo tomo en preparación de nuestra guía de perfumes a quemarropa, que será editada pronto.
El problema del arte y para mí la perfumería lo es, es el relativismo. En nombre del relativismo se han aceptado auténticas tropelías y pisoteado los cánones que fueron progresivamente forjados a lo largo de muchas generaciones. Un abrazo grande.