Bakkaris es un portal de reseñas, historia y noticias sobre el apasionante mundo de la perfumería.
Historia y perfumes

Bal á Versailles, de Jean Desprez

Civeta versallesca

La narrativa de este clásico es evidente: un baile versallesco, cortesano, canalla y libidinoso, donde la lubricidad del ambiente se apelmaza entre la prez de la aristocracia, creando un acorde numinoso, cuasi místico, de docenas de perfumes entremezclados que apenas enmascaran el olor acre de la sudoración y la falta de higiene. Este aroma se mixtura con el propio de las pelucas estilo Luis XIV empolvadas de almidón y aromatizadas con lavanda y antimonio para desinfectar —no pocos entre los celebrantes la emplean para ocultar las calvas de la alopecia sifilítica—. Cera de velas y fanales de aceite de ballena por millones para iluminar la Galería de los Espejos; entremedias los fuelles que distribuyen rociones de agua de mil flores. Y el olor de la palabra al aire, de gargantas infectas que hieden a pesar de los remedios empleados, como hacer gárgaras con infusiones de canela, clavo de olor, hinojo, menta, mejorana, poleo o tomillo. Bal à Versailles captura magníficamente este ambiente, el propio de la pompa de la corte del Rey Sol y sus fêtes, divertissements, plaisirs y réjouissances. Es uno de los más salvajes y clásicos florales almizclados, animalescos —civeta a gogó—, ahí fuera. Una maravilla que nunca dejaré de recomendar.

Ya hablamos en su día de este perfume, reproduciendo lo aquí dicho, en nuestra infame entrada en la que enumerábamos un montón de perfumes ideales para aquello del fornicio. No está de más volver a este tema, porque una de las inmanentes virtudes del olor, del buen olor, de aquello que por artesanía y tradición se pasó a conocer como perfumería, pasa por la capacidad de seducción, de atracción que arrogamos a las fragancias. De todo esto, quizás la parte más interesante obedece al hecho obviado por no pocos hoy de la paulatina transición del perfume como transistor divino a materia comercial, popular, una vez la potencialidad sacra del perfume se fue desliendo al pasar los siglos en los sangrientos afanes de la historia. No hay tiempos mejores que otros, yo escribo. Y en ese devenir, quedan los perfumes como objetos que son ahora arqueología, en un mundo que se reivindica analfabeto. Bal à Versailles es vivo ejemplo de esto que digo, porque su estructura es propia de otro tiempo, y reivindica la opulencia sucia, contradictoria, de un mundo que ya no es. Por eso conviene recordarlo, una vez más, porque el tiempo siempre se alza victorioso, las sociedades capitulan y, al fin, mueren. La nuestra también lo hará. Pero algunos moriremos oliendo mejor que otros.

Palacio de Versalles – Galería de los Espejos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.