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Nicho

1740, Marquis de Sade

He sentido siempre una debilidad por las fragancias de esta casa, cuyo director creativo, Gérard Ghislain, da muestras de su pericia y conocimiento en cada nueva entrega de sus líneas. Además, contando con un talento como Sylvie Jourdet, que ha compuesto la mayoría de estas creaciones, merece mucho la pena acercarse a esta casa y disfrutar de sus perfumes. Huelga añadir que Jourdet es profesora de acordes de perfumería en el ISIPCA (Institut supérieur international du parfum) en Versalles, algo que creo da cuenta de su sobrada solvencia.

Soy una persona que considera la perfumería como un arte compositivo complejo. Yo no me detengo en la mera percepción olfativa de la composición, sino que busco una experiencia completa, donde la presentación de la criatura, su nombre y la narrativa tras el proyecto estén configurados de manera integral, con ingenio, dotando al conjunto de una razón de ser, de una semblanza atrayente, de un trasfondo, de personalidad, carisma y prestancia. El producto debe aparecer atractivo, detallado, incluso compendioso, porque de cosas hueras, someras y excesivamente simples (esa simpleza higiénica y casi quirúrgica del minimalismo posmodernista ayuno de ideas, en contraposición con el minimalismo original de postguerra, emparentado con el constructivismo y el reduccionismo sustancial de Kazimir Malévich) estoy ya saturado, y podría considerarse un oxímoron: saturación de lo simple. Pues sí, busco un acicate cultural, incluso intelectual, como escribía antes: una experiencia integral. Y es por ello que la propuesta de Ghislain, la de presentar fragancias inspiradas en personajes históricos, captó mi atención. Y con más motivo tratándose, en algunos casos, de individuos controvertidos, como el propio Marqués de Sade, Donatien Alphonse François de Sade, nacido en París el dos de junio de 1740 y fallecido en Charenton-Saint-Maurice, Val-de-Marne, un dos de diciembre de 1814. Desde luego, el Marqués de Sade es un personaje cuya vida está trufada de luces y sombras, un individuo atrabiliario, sugerente, polémico, libre en su infamia, ahíto de leyendas tejidas a su alrededor, no pocas de ellas exageraciones o relatos forzados por la imaginación desatada. Sea como fuere, nuestro hombre dejó su huella en la historia, en la infamia si atendemos a no pocos de sus biógrafos, o en la fama, según algunos exégetas entusiastas, que devoraban sus obras, especialmente Justine, como emanadas de un genio sin parangón.

Con todo este bagaje , crear un perfume con su nombre, precedido por el año que le vio nacer, 1740, no es tarea baladí. ¿Qué notas serían adecuadas para con el hombre que creó, por la mera sustantivación de su título, la práctica del sadismo? Sin duda el cuero, el cuero negro, ¿verdad? Yo tengo a este 1740 como la magnum opus de la casa parisina. Una ciclópea, monumental, construcción de acordes especiados, herbales (acres y vivaces) y de cuero (cuero fino de tafilete recurtido con extractos vegetales a la vieja usanza con un acabado transparente de ceras autolucidas y laca negra, el cuero de un látigo olfativo, una pieza de tortura que aplica dolor para producir placer). Una maravilla, sencillamente formidable, inolvidable y eterna. 1740 es la rediviva atemporalidad de la elegancia, algo que intrínsecamente no puede ser para todo el mundo. Es inmanente y personal, un placer individual compuesto gracias a la pura pericia artística. Y como tal, es difícil, empero sublime. Si hubiera de arrogarle una única palabra que lo definiera, diría que resulta majestuoso. Más allá de la clave de bóveda del magnífico acorde de cuero, percibo un toque leve alicorado en su inicio, seguramente una fata morgana fruto de sus acordes herbales conjugados. Y por supuesto, la siempreviva. Qué maravilla de nota, y qué bien traída, pues su acepción científica latina, helichrysum deriva de «retorcido», y aunque en realidad nada tiene que ver con la protervia cerval del personaje, sí me gusta pensar que en cierto modo hace honor a su conducta «desviada», otorgando personalidad a la composición. 1740 es una opulenta y excesiva, sensual y lasciva, oda al cuero y la siempreviva, a la vida en sí misma y sus pulsiones más primarias, a la virilidad atemporal y a la pura elegancia de la implacabilidad del deseo. Rezuma elegancia, y resulta en la fragancia más masculina del catálogo de Histoires de Parfums, por encima de 1725 Casanova, 1828 Jules Verne y 1899 Hemingway, todos ellos magníficos empero muy diferentes (iremos descubriéndolos poco a poco en este lugar).

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