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Nicho

The Moon

¿Qué podría decir de esta sensual maravilla? Poco, y por nimio que fuera lo que tuviera a bien escribir, y no por inspirado, terminaría por hacer justicia a este líquido celestial. Porque, el que no quiera vivir sino entre justos, que more en el desierto. Y es que The Moon pertenece a la serie Desert Gems, de la casa Malle. Junto a esta fragancia encontramos otras fabulosas creaciones, algunas de ellas merecedoras de mayor fama y embeleso, como The Night, Promise y Dawn (la única que todavía no conozco, pero vive Dios que habré de trocar mis pasos con ella más pronto que tarde, de no ser así, que un djinn malévolo me lleve).

The Moon es una creación del señor Julien Rasquinet, tratándose de una combinación de notas y acordes tradicionales en la perfumería oriental de inspiración arábiga, donde la enferma madera de agar, potente y desafiante, omnímoda, se adueña subyugando al resto de tímidos componentes que, no obstante, se combinan de manera deliciosa para contrarrestar (¡siempre de forma apocada!) la nota hegemónica de esta resina achacosa. Contrarrestar no es la palabra adecuada, porque denota lucha, enfrentamiento, cuando todas las notas y acordes se entremezclan de forma armónica. La palabra adecuada, le mot just (que diría Stevenson) es: consonancia, ¡rima consonante! En The Moon, yo percibo un elegante, oscuro, fosco, tenebroso, sombrío oud (no me gusta esta palabra), no tan de pesebrera e insultante como en The Night, devanado de manera fantasmal, su presencia casi alegórica, por la deliciosa y decadente rosa, más carnal que fresca, más mortecina, alicortada, casi no-muerta pero aún capaz de versificar su postrer estertor tal cual un fino sudario de lino egipcio que envolviera la flor rediviva (despojada de su teatralidad mundana, exánime, enterrada y resucitada… de entre los muertos). La rosa, maravillosa, es aquí una mortaja exquisita, casi a la par que en Portrait of a Lady, y eso es mucho decir, pero mucho.

Apenas percibo el dulzor de esas bayas rojas que prometen en la salida. Melosidad haberla hayla, pero queda connotada por el agar, pues los mortales que no somos Ropion o el tal Rasquinet se ve que jamás lograremos a descifrar estas cosas, ni falta que hace. Tampoco percibo el incienso, pobre de mí. Pero yo diría que hay otra flor, virginal, que escolta a la rosa turca emboscada, ¿tal vez un toque de jazmín evanescente y fugaz? Ni idea, pero algo hay cremoso, dulce, no siendo esas frutas que declara, y por supuesto tampoco el azafrán, pero podría ser éste, en algún estadio ignoto, yo qué sé. Violeta desde luego que no. Y luego está el cuero, ese acorde de cuero construido con metafórica fuerza, como una iglesia de Hawksmoor, ahíto de demonios embreados y símbolos paganos. El problema de los acordes de cuero es que no huelen a cuero. Y se lo digo yo que me he criado en una fábrica de curtidos. Huelen a lo que ustedes creen que huele el cuero. El cuero no huele como un bolso o una chaqueta de piel, ya acabados con anilinas, caseínas, fondos, prefondos, lacas y aprestos, productos que emputecen el olor natural de la piel apelambrada, curtida, recurtida y acabada. El cuero de verdad, el que se puede oler aquí, es un recurtido vegetal, impregnado en taninos sin cromo, tintado por inmersión y secado al sol del desierto. Ése es el acorde de cuero en The Moon, no la chaqueta pija de polipiel del acorde típico en perfumería de siesta de pijama y orinal.

A ver, esta cosa tiene una proyección brutal, propia de los ingredientes de primera empleados. Dura y dura en la piel como una mala resaca en la cabeza. En la ropa es eviterna, y la mancha, así que cuidado (las cosas buenas siempre, y digo siempre, dejan una mácula). Yo la uso de la siguiente manera, pues primero pongo un poco de loción hidratante en la palma de mi mano. Luego rocío con dos aplicaciones la loción, y a continuación la aplico por todo mi cuerpo. Increíble. Si quieren luego pueden recurrir a otra aplicación en el cuello, o mejor en la ropa, y ya están listos. Ah, eso sí, deben vestir elegantemente, porque de otro modo sería un desperdicio… pero bueno, ustedes sabrán. Totalmente unisex. Huelo esto en una mujer y la perseguiría hasta el Inframundo. Del precio mejor ni hablar, porque es alocado… alocado de verdad. En fin…

Por ahí arriba parece que he hablado mal de The Night. Pero no es así, me encanta, aunque mucho menos que esta o Promise. De hecho, según escribo la reseña, llevo puesta The Night en mi piel (muy poquito, una única aplicación, porque no quiero que los zagales entren en shock anafiláctico) y en mi ropa Vierges et Toreros.

Por detrás de Carnal Flower y, por supuesto, Portrait of a Lady, yo pondría a The Moon como lo mejor de esta casa.

Ah, un consejo, háganse con una muestra antes de comprar una botella. No es para todo el mundo, y para el disparatado precio que tiene, como para andarse con probaturas. Los experimentos mejor con gaseosa, y la gangrena… también gaseosa.

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