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Nicho

ÔIKB, de Santi Burgas

Vengo de un nicho creativo más reducido incluso que este que nos ocupa hoy de los perfumes de autor, con tiradas limitadas y distribución igualmente parca. En estas tesituras, tan concentradas, y en este mundo nuestro global, se agradece el apoyo y cercanía a los autores y creadores locales. Muchas veces soslayamos a los mismos, cuando no los ignoramos, atentos a un foco que no pocas veces se fija más allá de nuestras fronteras. Pareciera que todavía estuviéramos anclados en aquella máxima presente en la ya famosa carta de Unamuno a Ortega y Gassett donde le escribía aquello de: ¿Que ellos inventan cosas?, invéntenlas.

En verdad hay algo de esto en lo que les quiero comentar, que quizás no venga acompañado de aquella desviación africanista que Ortega achacaba al morabito salmantino y su reacción aceda contra el positivismo del primero. Unamuno, con la brusquedad de una suerte de anafilaxia o exceso de celo y sensibilidad intelectual, identifica el genio español con la mística, concepto que contrapone al ansia regeneracionista del prócer europeizante que descubre en Ortega, y contra el que vuelve a arremeter en su conocido ensayo Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos en 1912. Pero al final, el gran escritor bilbaíno se acerca a Ortega, negando incluso su argumento por asimilación, situándole como el gran celtíbero, literalmente, pues no hizo más por la acción, sino únicamente popularizar una palabra, o bien el concepto, por el que no daba un ardite.

Si les soy sincero, siento algo de cercanía por ese quijotismo unamuniano, aunque niego la mayor, volviendo al tema que nos ocupa. Pues lo cierto es que en este país contamos con mucho talento, que merece la pena destacar, sin miedo a las lenguas que malsinan, que diría Machado. Y creo que Santiago Burgas es un buen ejemplo. Como podemos leer en su página, el joven creador dio el pistoletazo a su carrera tras concluir los estudios de diseño y confección lanzando su propia marca de moda para, posteriormente, en 2008, comenzar una nueva etapa profesional iniciando su trayectoria en el mundo de la perfumería de autor.

En lo que me toca, descubrí a este perfumista reflejado en su magnífica y elegante Esentzia 54, confeccionada ex profeso para la histórica perfumería Urbieta donostiarra. Ya hablaré de este perfume en otra ocasión y con la profusión que se merece. Porque ahora quiero ocuparme de otra muestra del arte creativo incipiente de Santi, me estoy refiriendo a ÔIKB. Esta fragancia pertenece a su White Collection, integrada por otras seis obras, que vienen presentadas en preciosas y sencillas botellas blancas con tapones de madera. ÔIKB es la única que he podido probar de la línea regular propia junto a Palindrome III gracias a la generosidad de una buena amiga y la verdad es que me ha sorprendido muy gratamente, debo admitir. No me pilla desavisado tampoco, no crean, porque ya había escuchado cosas buenas sobre este señor. Estamos pues ante una preciosa y etérea, casi vaporosa, confección irisada por compuesta, luminosa, donde destaca un iris delicado nimbado por una fresca lavanda primaveral. Lo demás no me importa o es testimonial, un proemio y un epílogo, aparte de lo declarado y de lo que no se admite, incluyendo algo de almizcle limpio que creo detectar. Y digo irisada no como un referencia al iris, que además sería incorrecta porque no tienen que ver, sino por lo que me evoca este perfume y que compartí con la persona que me permitió descubrir ÔIKB. Cuando el creador pergeña sirviéndose de emociones provoca emociones, figuraciones imaginativas incluso, ensoñaciones si me apuran: hétenos aquí la belleza del perfume como arte. Y es que ÔIKB es una muchacha rubia, de ojos tristes azul pálido, ataviada con un vestido albugíneo, caminando por un prado verde, la hierba preñada de gotas de agua fresca, de llovizna beatífica, una mañana de primavera, tocada por una luz pura que rasga jirones níveos donde el firmamento, azulino, se corona con un efímero arco irisado, un portal a las Tierras del Sueño. Y entre las colinas, más allá de Celephaïs, ciudad soñada por Kuranes, las ruinas del gran Sarnath.

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