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Nicho

Black Tar, de Parfumerie Particulière

Encontrar la belleza: anhelo confeso de trascender lo monótono, lo átono, lo convencional, lo trillado, lo ya visitado, lo reiterado, lo iterado, lo redundante. Arrancad a un corazón el amor por lo bello, la necesidad de aprehender lo excelso, y despojaremos de todo encanto a la vida. ¿No les parece que ya sufrimos penurias y sinsabores mil en nuestra travesía por estas cañadas oscuras como para cejar en la búsqueda de la hermosura? ¿Y que no es menos cierto que aquello que nos conmueve el alma puede estar a su vez sumido en la oscuridad, pues, como decía Baudelaire, la irregularidad, es decir, lo inesperado, la sorpresa, el estupor, tal vez el espanto, son elementos consustanciales de la belleza? ¿Pues no es igualmente bello en su naturaleza, la luminosidad en la mirada de Sorolla como la penumbra desgarradora, el claroscuro de Caravaggio? No puede haber luz sin oscuridad… Jamás una mañana que alboree desde el mismo inicio del tiempo sin antes una noche tan oscura como el más profundo abismo.

De la nada nada se hace.

Puede la majestuosa presencia de una iglesia de Hawksmoor atemorizar al espectador, que observa como sus pináculos y adornos ahusados paganos se proyectan hacia el cielo: <<esa vasta oscura mente catredalesca (sic) que dio forma a este siglo con sus piedras teñidas de mierda de pájaro… Que buscaba la oscuridad con pasión… Esas piedras antiguas de apetitos terribles>>*. Nada más bello que aquello que infunde temor no desde o por el arrobo o la limerencia, sino, vi et armis, el espanto y el horror. Y la muerte, pues sólo ella torna la vida en algo solemne, más importante, más fecundo y alegre. ¿Cuánta belleza inmortalizada en las artes no toma a la muerte como eje central de su ejecutoria, de su temática, de su fondo o primer plano? ¿Es ello menos hermoso, entonces? No lo creo…

Black Tar es una fragancia oscura pero hermosa. Según nos cuenta su escueta narrativa, que podemos encontrar en la página oficial de esta casa parisina, Parfumerie Particulière, este perfume capta un momento (22:00 horas), un lugar (Ciudad de México demarcación de Iztapalapa, una de las más peligrosas de la gran urbe), una mujer misteriosa que pronuncia las palabras «black tar» y poco más. Seguramente se referirá a la conocida como heroína negra, un tipo de diamorfina que se caracteriza por su color y textura negra pulverulenta. Quién sabe, a lo mejor es otra cosa, pero apostaría, dado el olor dulzón de la fragancia, que van por ahí los tiros. La verdad es que este aspecto podría mejorarse, no así la presentación del producto, que es soberbia, si bien la ilustración de la caja no casa con la narrativa que creo yo entrever, pero bueno: es caliginosa y misteriosa y queda desleída de alguna forma en el concepto sin conflictuar con el mismo. Entiendo que los dos señores que se ven ataviados y dispuestos con cuellos lechuguilla o gorguera, son los creadores de esta casa, Guillaume y Charles. Curioso, cuando menos. Todo el arte es obra de Pietro Sedda.

Si dos son los fundadores, dos son los perfumistas tras todas las creaciones de esta línea: Amelie Bourgeois y Anne-Sophie Behaghel, encargadas de pergeñar las composiciones con el mandato creativo de escapar de lo convencional. También destacaría la botella, empleada en todos los perfumes, sirviéndose de un cuerpo vítreo y un sólido tapón de cemento, obra del artista Francesco Passaniti. Me gusta la sencillez de sus líneas, su presencia aplomada. Todo el conjunto, a saber: ilustraciones (arte), embotellado, narrativa y perfume, conforma un todo que lejos de resultar un acúmulo babélico aparece armónico, y es esto de agradecer. Todo queda soalzado en su justa medida y no sobresale elemento alguno sobre los demás.

Pero a usted, lector, le interesa el perfume. Tal vez lo demás le resulte accesorio, y es de reconocer. Dejamos la descripción del mismo al ultílogo. Black Tar es un perfume algo barroco, abofado pero no fadrubado, aunque pudiera parecer ya que nuestro primer choque con él resulta inefable. Es complicado describir, pues tenemos un acorde gomoso y artificial de inicio que es retador en sí. En estos primeros instantes de vida me recuerda en cierto modo a T-Rex de Gardoni, salvando las distancias, porque al poco se deslizan por terrenos harto diferentes. El enebro y el vetiver (en su vis más xerofítica, seca, agreste), especialmente el primero, descollan, pero hétenos aquí, y fue la nota que me condujo hasta esta creación, que aparece un nardo intenso, vulpino (pues retiene parte de sus vis más salvaje y hasta animal) que amueve parte de la protervia del enebro, endulza toda la composición y la dota de una profundidad notoria. Todo este conglomerado se sostiene a duras penas, se acompleja y arrisca por momentos, me refiero a que pareciera que se embruteciera, enfureciera o encrespase, pero no… Finalmente se aquieta y remansa, y queda algo bello tras la tormenta, un acorde urbano dulce de nardo sucio, no obstante, de asfalto y cemento (notas metálicas yo no las percibo, como apunta otros compañeros). Y poco más. También dicen otros hermeneutas de la cosa esta perfumística, que pareciera algo así como un Black de Bvulgari zonzo. Ehhh, pues no, entiendo la vibra, pero Black Tar tiene un nardo que aleja a éste de aquel.

Y llegados hasta aquí, ¿la recomendaría? Pues miren, entiendo que tiene uno que ser un fanático del nardo en sus propuestas más atrevidas. Entiendo igualmente que es una fragancia de vanguardia y por ende algo complicada. No es ni versátil ni agradará a las masas. Reta y juega con uno, es artera y misteriosa, le dotará de personalidad, de un halo indescifrable que, ténganlo en cuenta, no agradará a los próximos, o sí, vaya usted a saber. Además es muy cara, 245 euros para 100 ml, así que les recomiendo probarla antes sí o sí (ojo, mancha la ropa porque su color es de un marrón oscuro intenso). Pueden hacerlo antes en Yuniqu, tal cual he hecho yo.

Lo que sí les admito es que su originalidad ha captado mi atención y probaré toda la línea de esta casa. Y les iré contando por aquí. Nada más atrayente para mi pobre espíritu no-muerto que la belleza en lo oscuro.

NOTA*: La frase reproducida en cursiva en el segundo párrafo es obra de Alan Moore, de su libro From Hell.

La muestra empleada (8 ml) para esta reseña proviene de Yuniqu adquirida mediante suscripción. No hemos matado a ningún mono para realizar esta reseña. Tampoco nos lo hemos comido. Y no somos veganos.

Y ya por último, en esta reseña hemos rescatado del olvido varias palabras moribundas, preciosas, que ya apenas se utilizan. Lo haré en cada entrada (ya lo he hecho anteriormente). Ustedes sabrán perdonarme y, de no ser así, que el diablo les lleve…

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