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Perfumes de diseñador

Boss Bottled, una manzana lampedusiana

Podemos decir que ya es todo un clásico, un aroma que ha quedado impreso en la cultura popular casi por poderes. Buque insignia de los noventa, aparecido cuando la década casi tocaba a su fin (1998), suponiendo el aldabonazo definitivo que cerraba unos años que hoy, en retrospectiva, recordamos no sin cierta nostalgia. Aquella década prodigiosa supuso el advenimiento de las fragancias accesibles y versátiles, diseñadas para resultar agradables en toda situación; un producto de masas que se acercaba al cenit de su exposición pública vía masivas campañas publicitarias que espoleaban el consumo. Las estrepitosas fanfarrias aromáticas de los ochenta, fantásticas empero, devinieron en composiciones atildadas y limpias, inofensivas, ligeras y, si me permiten, algo frívolas e inconsecuentes. La verdadera prueba del éxito de esta rehabilitación integral del mercado se constata con la vigencia de no pocas de las creaciones icónicas de aquellos años, que aún se mantienen con fuerza en los estantes, como esta Boss Bottle, la incombustible CK One o Acqua de Giò, entre otras. Y es así, bajo mi punto de vista, porque esta pujante corriente en la perfumería selectiva de masas, que abjuraba del ensañamiento precedente, se consolidó con la progresiva implantación del acceso universal a Internet y la liberalización de las cadenas de radiotelevisión privadas que supuso el espaldarazo definitivo a la publicidad como herramienta colectiva de la naciente sociedad de la información, iniciando un proceso de transformación profunda de nuestras sociedades, de las relaciones interpersonales y la propia construcción de nuestra identidad como individuos, cuyas consecuencias, solo ahora, décadas después, estamos empezando a vislumbrar: redes sociales, inteligencia artificial, metaverso, etcétera, más todo lo que nos queda por descubrir. Un futuro promisorio e inquietante a partes iguales.


Yo les confieso que vuelvo atrás, nostálgico que es uno de natural, para revivir en mi memoria aquellos años maravillosos, finiseculares, en los que pudimos hacer todo tipo de estupideces, no existiendo registro de ellas en ninguna parte. Hoy nos esforzamos por retransmitir nuestra propia necedad, y todo queda grabado en algún oscuro sótano de Silicon Valley… Eso sí, aún perfumados con Boss Bottle. Una composición afrutada, sutil y dulce con manejables notas especiadas, dotadas de la presteza justa, la ligereza «lampedusiana» propia del advenimiento de un tiempo donde todo cambió para que todo quedara igual.

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